Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



sábado, 3 de julio de 2010

La Michael


El otro día un sonido se filtró de repente. Tán tan tan tán, tan tan tán tán. Y ese sonido me llevó directamente, como si estuviera cayendo de una barranca, a mi infancia. Mientras las niñas querían ser Madonna en like a virgen, yo quería tener el mismo peinado que Bono en Sunday bloody Sunday y bailar como Michael. Extraño combo, piensan … puede ser.

Volvamos al tan. El “tan” tan contundente era el de Michael en Thriller, épocas en las que Michael o Maikol, como se decía en estos pagos, era semidios. Un sábado promediando el mediodía le avisé a mi mamá que en unas dos horas tenía una fiesta de disfraces. Tengamos en cuenta lo siguiente: antes, y no quiero ser viejachota, las niñitas no tenían en su hogar un guardarropas con catorce disfraces de princesas para elegir. Además, mi madre lo planifica todo con una antelación de siete días –incluidas siestas y piscolabis-, entonces, mi noticia digamos que cayó cual chaparrón.

Ante la información, la mujer miró a los alrededores buscando una soga, media idea, la aparición mágica de un hada con un disfraz en las manos, algún rostro para hacer contacto visual, pero nada, apenas la tele prendida. Y ahí lo vio, y supongo que me recordó practicando el baile lunar una y otra vez con mis zapaticos negros acharolados en la baldosa marrón del jardín de invierno, y volvió a ver al aparato y me imagino que se preguntó: cómo hostias hacemos para convertir a una criaturita de pelo lacio-ultra lacio y una palidez importante –mayor claro a la actual- en un muchachote de tez todavía oscureli, que se caracterizaba por unos rulos bravos. A veces para las madres no hay límites ni prohibiciones. Esto es así por definición real. Así que la mujer me espetó un: hoy vos vas a ser laMichael y sanseacabó.

No se almorzó, todo el núcleo familiar, mascota incluida, se dedicó al cambio de imagen, al fashion emergency. En los preparativos se remodeló una camisita de granadero de algún familiar remoto en la casaca roja del astro pop, se ambientó alguna joggineta en chupín negro, se calentaron 18 corchos para lograr el cambio racial, la abuela entregó su buclera de hierro y, entre mate y mate, se despachó con mi ultra lacio. El toque final estuvo a cargo de unos ray ban negros que fueron prácticamente amputados de las manos de mi hermano mientras me decía: son originales, son originales.

Mi hermano me condujo al evento. Los conductores de autos ochentosos que miraban de reojo al taunus celeste y me descubrían ahí, se sorprendían. Mis amigas también fueron pura sorpresa. En la fiesta había princesita 1, princesita 2, conejito 3, caperucita 4 y creo, algún fantasmín. Y de repente apareció laMichael –te hablo en tercera persona como eldiego y lasole- con frente alta, el acharolado lustrado y los bucles impecables.
Desde tres de la tarde hasta bien entrada la nochecita, la vida fue ultra pop. Y aquel patio de zona norte se convirtió por nuestro arte de magia en el cementerio y las princesitas de cuento devinieron zombies. Y pasamos una y otra vez la coreo de Thriller. Hasta perfeccionarla, hasta que el cassete prácticamente nos pidió piedad y los timbrazos de los progenitores nos devolvieron a los hogares infantiles. Así que, viva el rey, el verdadero verdadero rey michael.