Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



sábado, 26 de junio de 2010

Barbarafeldon y las 99

El otro día, mi amiga Chiru me dijo algo muy sabio, palabras más, palabras menos, me despachó: vos estás viviendo una del superagente86.

Tal cual. La verdad verdadera es que las últimas semanas de mi vida fueron bizarras y por momentos me sentí una Barbara Feldon con 40 centímetros menos. Vamos que aunque Maxwell fuera único, la 99 tenía lo suyo. De hecho, la 99 era la que salvaba las papas cuando casi todo estaba a un milímetro del derrape.

Vayamos al nudo: las 99, son "las" porque 99 por suerte y magia del tatita dió, nunca hay una sola.Sin embargo, hoy por hoy, son una especie en extinción. Y no hablo precisamente del carré violento y las minis sesentistas, hablo de las muchachas que, cuando la cosa pasa a castaño oscuro, no se ponen a llorisquear como prematuros sino que, se plantan firmes sobre sus botitas y están dispuestas a llamar a las cosas por su nombre, como decía miabuelita.

Es más, y esto es lo increíble de mis primas hermanas las 99, se involucran sabiendo que al lado de ellas, van a contar con el despiste mental de un Maxwell, con un almirante –que se queda dormido parado- y a lo sumo, con un androide como Jaime, que cuando quiere ir, más bien, viene. Y aunque Sigfrido las ate en un submarino o tengan que fajarse a patadas karatecas con cinco chicas de Kaos al son de música psicodélica, les ponen garra, corazón y estilo a la lucha. Porque las nighty nine, como Barbarita, son guerreras, pero guerreras impecables.

Digamos entonces que, mientras haya 99, el mundo no se sale del todo de sus goznes. Pero atenti platea general, no nos colguemos de los minichorts de las 99. Seamos capaces de salvarlas algún día a ellas. Porque aunque el cosmos ha dejado de ser bipolar, bipartidario, bivalente, a veces, Sigfrido y todos sus muchachos enfundados en trajes demodè se siguen riendo de todos nosotros. Y no saben la bronquita que da.

No abandonemos la gracia y la bizarría, no dejemos de querer a los maxwellitos, no perdamos de vista que a veces tenemos que mirar a la vida y tomárnosla como chiste. Y reírnos fuerte para que no duela tanto. Por lo menos un rato, ¿por qué acaso las 99 no se merecen unas vacaciones en Acapulco?

sábado, 12 de junio de 2010

La impune



Hay momentos en los una se queda en un punto, pone primera, se balancea sobre un adoquín, mira al costado y vuelve a chequear si el sol existe en algún lugar del cielo. Y entonces divisa las nubes. Qué complicado es imaginarse el sol detrás de las nubes. Por algo el germano Kant decía que en el camino del conocimiento, la imaginación era una parada importante, recién cuando imaginamos empezamos a poner algo de nosotros en juego.

Hoy, en día hostil climatológicamente quiero el sol veraniego. Y aunque no lo tengo cerca porque faltan todavía por lo menos seis o siete meses para volver a toparme con él en mi playa costera favorita, soy impune, así que lo imagino. Hoy es verano y sólo porque yo lo quiero.

Creo que de a ratos tenemos que ser impunes, así como tenemos que crear nuestros secretos de vacaciones, tenemos que barajar la impunidad. Una vez fui impune, les detallo: yo tenía una vecina, una señora a la que los años simplemente no le sentaron bien. La señora, digámosle X, vivía sola, me retracto, en realidad vivía con su mascota caniche apodada “Buki” o “elBuki”. La mascota era horrible, un perro desconfiado, que ni bien te veía venía a mordisquearte los talones, quizás el can estaba pidiendo clemencia pero confieso que nunca entendí la naturaleza perruna. En fin,durante el primer mes de convivencia vecinal traté de sacar mi costado gentil y vamos a ser justas, la señora respondía con cierta amabilidad. Hasta que un día, una goterita de aquí, un piso desnivelado de allá, una visita de amigos, un mano negra a las diez de la noche, que se yo, nos ubicaron en sectores diferentes de la terraza común.




Y la vieja empezó a hacerme la vida imposible. Me tiraba las facturas que tenía que pagar en medio de la escalera, me llamaba por teléfono si una hoja de una planta volaba por el aire y pasaba cerca de su ventana y lo que era peor, la tipa tenía como hábito, como ritual mañanero, lavar sus prendas íntimas y colgarlas en la terraza común a las ocho de la mañana día tras día, sin excepción de feriados y fines de semanas. Y como yo vivía y amanecía frente a la ventana que daba a ese sector de la terraza, mi primera imagen de cada día era el rostro avinagrado de la señora X. Es más, lo primero que escuchaba cada mañana era el gritito agudo y contenido de “Bukiiiiiiiiiiii” porque el caniche siempre pero siempre se le escapaba y quería entrar a mi departamento.

Digamos que internamente pasé por varios estados: primero le declaré la guerra, le contestaba sistemáticamente cada vez que la señora X me increpaba por temas varios. Sin disimulo, con rigor y entusiasmo, si la vieja buscaba guerra, yo apuntaba mis misiles y FIRE.




Hasta que un día me aburrió, me aburrieron sus verrugas, su perro, su chillido, sus pantuflas y joggineta y simplemente me dije: Marcita: una tiene que elegir las batallas que quiere librar. Y esa tarde, cuando volví del trabajo y abrí la puerta y la señora X me increpó porque le filtraba algo, producto de un mal trabajo que había hecho su retoño de 50 años en mi cocina antes de que yo alquilara, y la señora X empezó con su larga y tediosa perorata, fui impune. E impunemente desplegué mi brazo,


extendí mi mano


y le despaché a la chota señora X un:


“hablá con mi mano”,


“hablá con mi mano porque yo no te escucho más”.




Y santo remedio. Yo creo que la señora X pensó que estaba para el moyano o para el exorcismo, pero no importa.


Santo remedio.


A veces, la impunidad es eso, santo remedio frente a la chotada.

martes, 1 de junio de 2010

Dos canciones y un insomnio


Bien, hoy no hay intrigas. Empiezo con una canción y termino con otra. No hay conexiones salvo estos días, mis días que vienen siendo bastante bravitos. Hay una canción de Lou Reed, Just a perfect day. No importa demasiado la letra, la letra es apacible y bella, y básicamente narra la historia de alguien que encontró a otro alguien y tienen lo que se dice: un día perfecto. Tanta apacibilidad me inquieta, pero antes de que me inquietara a mí, le inquietó a un director de cine bastante retorcidito que filmó la peli Trainspotting. En la peli se escucha la perfecta canción en la perfecta voz del angelito Lou mientras el protagonista Renton se retuerce después de una dosis y entra al embudo del mismísimo infierno. Olvidemos lo triste y sólo rescatemos esta idea que me viene rebotando cual pelota pared: ¿por qué algo tan perfecto y tan lindo, de repente repelente puede convertirse en una basura? Siempre me inquietó eso, cuando leí el libro, cuando vi la peli y ahorita mismo. Será por eso, porque algunas cosas me inquietan, que estoy con insomnio.

Nada de sonambulismo, ni siquiera llego a eso, te tengo insomnio, del duro, del que te dan ganas de despertar a todo el vecindario sólo por solidaridad. El tecito de tilo me hace cosquillas y aunque no soy hippiepachuli, tampoco soy de las que se pastillan así como así. En fin, pero como la suerte es loca y cuando te toca te toca, mientras escribo este post, en un canal de aire –como si los otros fueran enfrascados- aparece un doctor canoso con matrícula de doctor y todo que va a brindar al mundo sus consejos para las jóvenes con insomnio. Como te quiero doc: las reproduzco porque parecen de Delia Dora Fernández de Fernández y te los comento.

1- Dormir en un dormitorio: bien, ahora sí. Ya sé que no me conocés, que vos estás ahí en una tele enfrascada y yo acá en mi living juvenil, pero dónde crees que reposo? En una esterilla? Pensás que te duermo hoy acá y mañana allá? Por dios, qué concepto que tienen de los jóvenes, che.
2- No consumir café y alcohol antes de acostarse. Y ni que hablar del cigarrillo, el fumando espero es para otra cosa. Me repetís lo último? No lo entendí!
3- No realizar actividades físicas antes de irse a dormir. Esa te la cumplo, es más, desde ahora. Salvo que con lo de actividad física …, no, no creo.
4- Comer tampoco. Ok, dejame vivir. Te almuerzo un yogurt + manzana o una empanada. En algún momento de la vida tengo que ingerir algo. Este cutis juvenil no se mantiene con las cremas de más de 200 pesos, este cutis se lo debo a hidratación y ciertas dosis de proteínas.
5- No contar ovejas. No más de 100 o 150. Bien, este es el momento en el que deberíamos entregarnos al genial Juan Estrasnoy para que hiciera lo suyo. Ovejitas, ovejitas, es todo lo que tenés para mí. Te escuché con atención por un lapso de 2 minutos y 38 segundos para que me repitieras esta sarta de obviedades. Mirá que tomo la matrícula y te denuncio en el comfer.

Dejémoslo ahí. Paso a la segunda canción, de artista local, de artista muy bicentenario. Repito, tenía insomnio así que te vi las 5 repeticiones de los festejos del bicentenario. Creo que en la vez número 3 cuando el blancuzco Páez cantaba, algo de lo que dijo me sorprendió y lo cito entonces, porque no soy tan sabia como mirandita que te linkea el video del artista:

Me gusta estar al lado del camino /fumando el humo mientras todo pasa/Me gusta abrir los ojos y estar vivo/Tener que vérmelas con la resaca/entonces navegar se hace preciso/en barcos que se estrellen en la nada/Vivir atormentado de sentido, creo que esta, sí, esta es la parte más pesada/ En tiempos donde nadie escucha a nadie/ En tiempos donde todos contra todos/ En tiempos egoístas y mezquinos /En tiempos donde siempre estamos solos/ Habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado/ Habrá que declararse un inocente/ o habrá que ser abyecto y desalmado (…)

No es bueno nunca hacerse de enemigos/que no estén a la altura del conflicto/Que piensan que hacen una guerra/y se hacen pis en la cama como chicos/Que rondan por siniestros ministerios/haciendo la parodia del artista/Que todo lo que brilla en este mundo tan solo les da caspa y les da envidia(…)
Me gusta estar al lado del camino/Me gusta sentirte a mi lado/Me gusta estar al lado del camino/Dormirte cada noche entre mis brazos.


Así que después de todo esto, me digo y les digo muñecas y comuñes, no hay que mirar noticieros, sólo si algún amigo sale desde atrás de un móvil y nos saluda con dedicación. A veces, en noches brumosas y solitarias, los únicos lúcidos suelen ser los artistas.