Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



viernes, 26 de marzo de 2010

Tres pajaritos



Hora cero. El sol estaba justo donde debía estar. La brisa acompañaba. Los mosquitos, la humedad y el dengue habían huido a tierras remotas. Y el calentamiento global? ni idea...

El colectivo no había sido un swatch suizo pero tampoco me había perjudicado demasiado. Y Morrissey sonaba sin tiempos ni espacios en mis oídos.

Hora uno: Llego lentamente, acomodo mis petates. Casi no tengo alergia y hay una medialuna sobre mi escritorio. Los astros se alinearon y los pronósticos de Ludovica empiezan a tener sentido: este es mi año definitivamente. Me acordé de quemar papeleta con mis deseos el 6 de enero, le compré una vela aromática a la hippie del barrio, cuando me puse ansiosa conté hasta 16, apliqué el antivirus cada vez que la notebook me lo pidió, cedí el asiento en transporte público como en cuatro ocasiones. Estoy casi en paz con el cosmos.

Hora dos: el almuerzo promete. El almuerzo es pilas. Otros me resolvieron el almuerzo. Ventaja importante.Yo sólo me siento, espero, miro, selecciono y engullo. No hay clima de debate como todos los días pero digamos que a veces pasa. Si los sistemas informáticos son amigables, cómo no vamos a intentarlo nosotras que derrochamos buen humor, algarabía, optimismo y cotorrerío. El pueblo quiere estar con nosotras y nosotras queremos estar en el balcón y usar el pin de santaevita.

Hora tres: Empiezo a estar jodida. Como decía el general: la verdad es la única realidad y esta realidad, ma-mu-cha. Se me cortó el almuerzo y eso no está bien. El trabajo me llamó. El trabajo me jodió cual agilucha guerrera desde la cima del aconcagua. La pelea verdadera empieza y me estoy comiendo más manos que Rocky con 55 pirulos en Balboa.

Hora cinco: Hace tres horas que sólo me comunico con una pantalla. Una pantallita ingrata que sólo me devuelve errores, que se cuelga, como si los sistemas pudieran darse ese privilegio de irse al caribe y asolearse mientras nosotros ejercitamos nuestra paciencia. Me reclaman un papel, papel que entregué cual dócil burócrata hace días. El sol que entra por la ventana ya dejó de ser un dato. El sistema me hace bajar, subir como profe de gimnasia veintiañera en clase de step. Y siempre me devuelven la misma frustración. Los dedos están ágiles pero estoy contra reloj, no llego che, no les llego.

Hora siete: los lentes de contacto parecen el vidrio de una botella barata. Como dice mi mamá, las oficinas tendrán mucho aire acondicionado m´hijita pero la ventilación. Necesito oxígeno.

Parezco Lucía González en los peores días de Lucía González. Y no es hormonal, no-no, no es interno pachamama, es externo, es el mundo contra mí. Si estuvieran llamando a casting para Día de Furia le robo el papel al anteojudo Douglas sin demasiados preámbulos. Vení Maquidonalds a decirme que el desayuno es hasta las once. Vení, vení Ronaldcito.

Hora siete y media: Le gané a la máquina, al sistema, al tedio, al osito teddy, a los papeluchos, a los chuchos. En realidad creo que perdí por goleada pero llegué al último round como veterana digna. Apagué la maquinola loca, sentí nostalgia por los ludditas, total solidaridad por Gregory House y Simon Cowell y me fui silbando bajito.

Bien. Si pueden tolerar los saltos espacio-temporales de Lost, bánquense ésta, porque si dejo acá definitivamente soy una ingrata.

Hora tres: mi amiga Chiru me divierte con un mensaje jocoso y responde a mi SOS cibernético con un nuevo mensaje jocoso en hora cinco –parezco una mamografía.

Hora cinco: mientras transpiro cual camello de mago real, Celita me trae un cortadito en la tacita más topetitud que exista en todo el conurbano. Después otra sobreviviente del Apocalipsis oficinístico –Rominita- me trae dos mates, mientras se encarga cual patovica de boliche de que nadie se filtre en mi habitáculo y me moleste.

Hora seis: De-ses-pe-ran-za. No voy ni para allá ni para acá, como los zapatos de bob patiño. Entonces llega Clis, me saca de la pantallita con corre-correte (podría ser título de cumbia de malagata) y me convida tres habanitos de chocolate que trae disimulados en servilletas para distraer a la gilada.

Rominita, a pesar de odiar a bobby nesta marley pone bob marley tratando de darme un electrochoc emotivo y conducirme a mis catorce años. Como ve que no reacciono mucho, aplica reggaeton hitero y cruza dedos.

Hora siete y media: Mi jefe me mira por cinco segundos seguidos. Reivindica mi hazaña con la pantalla. Se va. Todos se van, menos la gordis que espera desde balconcito, le pone la mejor onda y me tira besos.

Todo no se puede.
Todo no, pero algunos hoy pudieron mucho conmigo.
Namaste amigos.
Y desde mi hora once: tres pajaritos de bobby marley, tres habanitos de chocolate y mucha revancha en el fin de semana.

martes, 23 de marzo de 2010

Nivel de maldad

Una de mis pelis favoritas es Lilo & Stitch. Más allá de que el personaje de Lilo me parezca increíble por su sentido del humor lisérgico –va cabeza a cabeza con el bob esponja- y su capacidad para meterse en 18 líos al mismo tiempo, hay un detalle del que me gustaría hablar hoy: el nivel de maldad. En su rol de madre-educadora-hermanamayor-cómplice de Sticht, Lilo dibuja al engendrito y cada vez que Stitch la pifia, ella le colorea su dibujo con rojo, porque el rojo indica que crece su nivel de maldad. Pero ¿qué significa el nivel de maldad? Me explayo como playa lisita.

Una amiga hoy me contó de un ejercicio de terapia grupal que hicieron en su trabajo. La consigna del profesional era que había que poner en un papel las tres virtudes que una creía tener. Mi amiga, como digna amiga, además de poner que es simpatiquísima y eficiente, en el número tres del ranking puso: “me hincho las pelotas”, palabras más, palabras menos como decían los señores Rodríguez. Lo que para la comunidad terapéutica fue una sorpresa, un alboroto que habilitó el corrillo y el rumor bajito, para ella fue un acto de lucidez. Porque una a veces tiene que hincharse, si ustedes prefieren chicas, hincharse los ovarios. Pero el punto es que una, a veces tiene que decir hasta aquí llegué amigos, that´s all folks como decía el conejo buggs.

Y acompaño este gesto de rebeldía cuasi groserita y voy por más, reivindico mi titulación de chuky. Sísí, un compañero en viaje laboral me rebautizó “la chuky” por la novia feucha del muñeco feucho y malísimo de peli bizarra de terror. ¿Qué cómo me gané tan digno apodo? Lo conseguí al bautizar a mi compañero como “el piraña”, porque al tipo no había desayuno continental, colación laboral, almuerzo en chino que le aguantara. Hay gente que nació para ser comensal de tenedor libre y este hombre era un exponente digno. El piraña no podía creer que yo no le dejara pasar una, convengamos que cuando una viaja a un país que tiene un idioma que uno no maneja, esas veces en las que una se tienta se convierten en una cada cinco minutos. Pero al margen, retomemos el punto en el horizonte marítimo: el nivel de maldad.

Yo creo que hay que ser buena gente. Es mejor si una es bue-na-za. Que hay personas que son un embole: la gente estilo dementor que te saca toda la energía, la gente estilo Antoine Ego que vive criticando al resto del mundo como si ellos estuvieran parados en el Apolo 11, la gente que siempre-siempre está malhumorada a la mañana y le da lo mismo saludarte o ignorarte, la gente que te mira con desdén el colorido esmalte de uñas con el que una se quiere autolevantar el ánimo, y tal y tal. Y una tiene que tratar de no tener ese nivel de maldad.

Ahorita jóvenes y señoras –me siento Petrona C. de Gandulfo-, que una posea un sentido del humor finísimo no rankea en el nivel de maldad, a excepción de que una no se sepa reír de una misma. Porque m´hijita, si el mundo es tan gracioso -como decía la señorita Elba cuando te miraba fijo y te preguntaba: dequétereís/quéestan gracioso/vamos/compartilocontodas- enterate que vos formás parte de ese mundo y también sos materia prima digna de chiste.
Tampoco es malito que una sepa poner límites, que una decida, que una diga: eto, sí/ eto, no, que una se sienta mal a veces o se ponga triste.

Pero creo que, comunidad bloggera, de tanto en tanto, tenemos que hacer nuestro dibujito y pintar nuestro nivel de bondad y nuestro nivel de maldad. Porque al fin de cuentas, quremos ser brujas, pero de las buenas.

viernes, 19 de marzo de 2010

Vangelis, los wawanco y gloriagaynor, tomá.

Rominita me está tirando abajo el viernes en módicas cuotas. Sísí. El día empezó regularcillo, me levanté al alba para seguir corrigiendo pero llegué a terminar con tamaña labor en el transporte público mientras nos adentrábamos en el conurbano profundo. Y aunque suene exagerado–algo que como se habrán dado cuenta caracteriza a mi condición- cuando corregí el examen número 123 me sentí Harold Abrahams en Carrozas de Fuego con Vangelis sonando y todo.

Llegué y me topé con grato clima festivo. El viernes siempre arranca bien si te esperan con unas facturas y mate, porque aunque estés inapetente y tengas un ataque al hígado crónico, eso ya te ubica en el fin de semana. El clima festivo se mantuvo porque hoy festejábamos un natalicio así que me dije en voz baja, seguimos en carrera como Harold.

Relojeo mails y mi amiga Chiru, fuente inagotable del anecdotario popular me comparte una joya matinal –piénsenlo cual video clip de Pasión Tropical se los pido: ella en su rectángulo de 3 m x 2m aprox. Trabajando, muy hacendosa y pilas. El compañero de rectángulo decide enfrentar el madrugón con la radio y en la AM deciden a su vez hacerlo con los legítimos y únicos WA-WAN-CO. Es viernes, Chiru se cree Gladys la bomba tucumana en pleno éxito del año 92, se para y le dedica a la comunidad trabajadora y madrugadora el famoso pasito cumbiero. Pasito para acá, pasito para allá... Hasta ahí hasta podemos ver el clip con colores fluo y el clásico potus de decorado tobara. La Chiru mira al cielo y va por la gloria cuando se topa con la mirada de dos señores pintores que, desde la parte vidriada del techo del rectángulo, estaban a punto de caerse de la escalera por un ataque de risa. A quién no le pasó alguna vez??? Un: qué lindo que cantás eh y vos te acordás de que cuando te bañaste cantaste cual gloria gaynor pero sin talento I will survive mientras pensabas que estabas en karaoke, tenías talento y se lo dedicabas a tu ex, vamossss...
El día ya pasó de ser promesa a ser directamente un viernes glorioso. Así que Rominita no podés contaminar mis oídos, que ya pasaron imaginariamente por vangelis, los wawanco y gloriagaynor, con un sin fin de tracks romántico-melosos y feúchos. Axel –amo lo que veo y lo que ocultas -por favor-, un dúo anónimo y piedra, te faltó Dyango en tu musiquero. Como dice la señora: así no!!! Vamos que la semana pasada me habías levantado el viernes con un reggaeton bonito. Así no Rominita ... pongámosle vida, ritmo, color, que nuestro viernes ya es casi un sábado y tengo que alcanzar el oro como Harold Abrahams.

viernes, 12 de marzo de 2010

Hoy no estoy para peros.

Señores y señoritas, hoy no estoy para peros.

No estoy para miraditas raras, para gestos cruzados. Madrugué, ya todo un despropósito. Tuve que tomar exámenes y en general, ese costado de la práctica docente no me convence demasiado. Tal vez, porque evaluar a alguien tiene sus bemoles; quizás, porque en general una encuentra repiqueteo de dogmas, repetición de obviedad, escrituras apuradas.

En fin. Estoy resfriada como cada salida del verano y comienzo del otoño. Y estoy en ese punto clave en el que el resfrío se dispersa por el cuerpo y el cuerpo empieza a registrar con claridad sus fronteras.

Discutí con un uniformado que no quería entrar en razones. Que frente a mi forzosa amabilidad y mi voz suave –muy suave y muy a propósito- me respondió con un: a vos te falto el respeto.

Y a mi jefe no le gusta mi ringtone de Miranda, me dice que ya no estoy para esas cosas, que lo aturde, que me hacía alguien de mejor paladar estético. Y yo mientras lo escucho solo pienso en Flanders.

Tengo veintitrés expedientes que me miran desafiantes, me tomé exactamente siete cafecitos, la mayoría cortados, otros negros y amargos.

El viernes venía siendo en definitivas un garrón hasta que se conjugaron dos cosas: Rominita puso reggaeton, no sé porque pero puedo asegurar que el sonido del reggaeton más de moda, más pegadiso, más fiestero empezó a salir de su PC. Déjame entrar, a tu vida y a tu corazón, que yo solo quiero darte amor, déjame entraaaaar. Es verdad, puede ser que en el templo del saber, un Makano te desentone, pero ese sonidito bizarro me devolvió algo que creía perdido y empecé a susurrarlo cual mantra oriental.

Entonces sonó el teléfono. Y no reconocí la voz y hasta debo decir que me confundió esa familiaridad del otro lado del teléfono. Mi amigo Tell. Como siempre tuvimos esas conversaciones en las que queremos ponernos serios y hablar de trabajo y terminamos delirando a lo bobo y como bobos. Y mientras nos dispersábamos en esos laberintos jocosos, Tell me volvió a recriminar que no participaba de su taller literario. Y como hoy no tengo filtros porque el día me condujo exactamente hasta este punto de impunidad y honestidad brutal, yo le retruqué que su taller literario era un grupo de pami y que yo con los viejos me aburro. Y sabiamente Tell me respondió que sus viejos eran efectivamente viejos, pero eran los viejos de Cocoon. Touché.

Así que con el déjame entrar de fondo y la imagen de viejos cocooneros bailando reggaeteon definitivamente mi viernes empestado repuntó. Puedo decir que el fin de semana la rompo, sin peros, la rompo chiquis.

jueves, 11 de marzo de 2010

Mi reina Agusita

Tengo una reina y se llama Agusita. Las demás no se ofendan. Kika, vos sos y serás la princesa mayor de esta galaxia, el infinito y más allá. Pero hoy quiero hablar de la reina Agusa.

La verdad es que pasaron años antes de que se convirtiera en mi reina. Pasaron varias cosas: Agusita era una auténtica polleruda, nunca vi criatura más adosada a la falda de su madre. Agusita era desconfiada, desde ese lugar de upa eterno miraba al mundo y a mi escaso metro cincuenta y pico con una seguridad y una desconfianza arrolladoras. Cuando bajó del upa y adquirió confianza motora, con su hermano macana se convirtió en la pesadilla de los comercios, reuniones familiares y afines. Era una tipa frontal, varonera, díscola, era prácticamente el conejito de duracell con pilas nuevas pero en una versión destructora. Y digamos que esta indiferencia mutua siguió hasta un día preciso en el que Agusita encontró su voz, una voz ronca, dulce, atrevida. Debo confesar que recién entonces le presté atención porque esa voz ronca en algún lugar me conmovió.

Debo confesar que fue Agusita la que se acercó a mí, y no yo a ella. Fue como si estuviéramos jugando en la salita del jardín y de repente una nena, a la que todos los días ves, pega onda con vos y jugás toda la tarde. Yo por esos días era todo lo contrario a una nena, era una adulta en un cuerpo joven que creía que podía transformar a mi familia, al mundo, y a las grandes verdades universales también. Yo era una especie de Lisa Simpson grandilocuente y enérgica y presumo que ella no entendía demasiado ni mi discurso, ni mis ausencias, ni el sentido de mi fumar permanente, pero como Agusita ya era reina y era una reina sabia, se acercó a mí.

Y a partir de ese minuto en el que conectamos, ella se volvió un ser incondicional. Debo decir que no es mérito mío sino una virtud de la reina. Ella está ahí, sin prejuicios y de esto pueden dar fe su millón de amigos. Porque la reina Agusita tiene un reino más grande que el mismísimo Roberto Carlos en la cresta de la ola setentista. Agusita, con su cara de dormida de domingo al mediodía está, está ahí, con el pijama, con su abrazo de osa mayor. Y te mira y nunca-nunca te juzga. Porque desde esa mirada fiacosa, la tipa detecta lo mejor de una.

Mi querida niña apasionada: pocas veces alguien me dijo que me quería tantas veces y tanto. Debe ser por eso, porque te creo profundamente y te adoro tanto, que sos mi reinita.

lunes, 1 de marzo de 2010

PILA-PILATES


Uno puede pensar que el mundillo de pilates es sinónimo de veterana entusiasta, joggineta reebok auténtica, tratamiento facial prolongado + reflexología y shiatzu a granel … pero no, no todo lo que brilla es oro, como decía mi profesora de escuela inglesa hazel mientras me clavaba los ojos durante 17 segundos seguidos. El mundo del pilates también tiene su costado popular y yo claramente pertenezco a él.

El mundo PILA-PILATES no tiene desperdicios. Primero porque me saca de mi letargo de larva urbana y hace que me mueva levemente al menos una vez por semana. Para alguien que tiene menos elongación que una tortuga, el desafío es importante. Cuando ves que una veterana que casi te dobla en edad se contorsiona sin mayores dificultades, te convertís en Balboa en Rocky IV, mirás a la veterana como si fuera el rusito y te lo tomás como algo personal: si la mayorcita puede, yo voy por el cinturón de los pesos pesados.

El temita es que además de hacerme conocer a mí misma –suena muy nacha, lo sé- porque de repente descubrís que existen músculos que ni te imaginabas en el cuerpo humano, el mundo de mi pila-pilates es lo más. La paso bien en pila-pilates y téngase en cuenta que es una actividad que intento practicar el sábado por la matina.

Los personajes de este mundo tan genial: la propietaria de pila-pilates / la profe grosa / miamigachiru / la gran compañera locuaz / su servidora.

La propietaria de PILA-PILATES: es lo más, es una actriz de hollywood a la que nunca le dieron una oportunidad. Es capaz de venderte un oso polar en pleno verano caribeño. Combina la venta y distribución de ropa interior con mermeladas, sahumerios y masajitos. Se hace querer tanto que con lachiru tenemos ganas de estamparnos remeras con su porte para reivindicar tamaña actitud. Propietaria sabelo: te bancamos a morir.

Demás está decir que la presencia de mi amigachiru le pone un condimento adicional. Parecemos Beavis and Butt-Head, dos chiquitos de trece años que están descubriendo que pueden ratearse para ir a los fichines. No tenemos desperdicio, todo nos causa alguna gracia particular: la musicalización de la clase, las maripositas que están en el techo, si nos despeinamos, si nos perdemos, si seguimos la consigna y nos concentramos. Todo todo todo.

La profe tiene como 14 años menos que nosotras y aunque nos adora, nos padece. La chica que estudio danzas clásicas, contemporáneas, medievales y antiguas le dedica su sábado por la matina a entrenar larvas. Oscila entre convertirse en preceptora de correccional de menores y el reírse a carcajadas. En general siempre opta por lo segundo, aunque cuando nos ponemos pesaditas nos da para tengamos y la recordemos por el resto de la semana.

La gran compañera locuaz es la frutillita del postre. La descubrí hace un año, coincidimos y la verdad quiero decírtelo gran compañera locuaz: “no nos abandones nunca”, ya pasé por la experiencia de pilatear con señoras mayores, puedo recitar de corrido más de veinte lesiones que puede tener el cuerpo humano a los 55 pero me niego a reincidir. La gran compañera locuaz tiene la capacidad de hablar y hacer abdominales. Le pone onda, mucha onda. Y ojo que las charlas son sustantivas, va enriqueciendo el trajín con anécdotas jugosas, chistes, efemérides y hasta es capaz de descubrir el autor de un tema de los 80 antes que yo. Merece mi respeto y reconocimiento como todo el zoo pilates.

Quiero que sepan chicas que, aunque este sábado en particular les voy a fallar porque me voy a la playa a larvear, las recuerdo, las llevo muy adentro como a un lento de depeche mode y cuídenme la camilla, si es necesario tacleen a la mayorcita que me va a suplantar para que no se acostumbre: el camilla altita me la reservan. Que ya prontito vuelvo y seremos millones. Las quiero.