Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



sábado, 30 de octubre de 2010

La militancia




Alguna vez fui chica y alguna vez fui joven, y seguramente lo sigo siendo. En mi vida de chica y en mi vida de joven, la militancia ha sido un halo con el que me levanté cada mañana y con el que a veces, nunca llegué a irme a dormir. Debo confesar, que cuando tenía que ir a visitar a mis padres a la unidad básica barrial, el hecho me generaba un profundo malestar. No por los cuadros colgados allí, ni por las ideas, sino por los tiempos ausentes. Pero ahí, en un rinconcito, mientras ellos conversaban o hacían, la cosa empezaba a tener sentido.

Una se cría con juguetes, con anécdotas, con palabras, con tradiciones, con rezos, con retos, con llantos y risas, hasta nuevos llantos. Yo además de todo eso, me crié con la militancia. Quizás porque una de mis primeras anécdotas familiares se remonta a cuando tenía dos o tres meses y me convertí en espectadora estoica del funeral del general.

Quiero ser justa y sincera, de niña fui una enérgica niña peronista. Pero llegó un día en el que el mundo me sacudió el barrio, el provincialismo y el libraco de conducción política -que casualmente redescubrí hace dos años- el peronismo aquel casi infantil, a mí, como que ... ni modo. Por un rato. Y en ese ni modo por un rato me alejé de todo y de todos y descubrí mis propios rituales, me hice de mi propia cultura política. Y fue ese camino el que me hizo atravesar la mismísima sierra maestra y ahí, en la comandancia del cheíto se detuvo otro rato, como buen peregrino.

Si tuviera que elegir una palabra para definirme, quizás de manera arbitraria, como le decía a Mirandita, hoy elegiría la de militante. No sé cómo se hace una militante, no sé si se nace, se forma, se educa. Y entre los militantes les diría que no hablo de cualquier militante. A mí, la cuestión sobre lo que está bien o lo que está mal, lo justo y lo injusto, lo equitativo o lo inequitativo, la política me define, me atraviesa, me contornea y me sumerge.

No es fácil la militancia, no es una remera simpática ni un poster, más de una vez te quedás pagando, a veces es complicado entender los tiempos, los tiempos en los que se pueden tomar o no decisiones, las posiciones, las lealtades y las deslealtades. Es jodido equivocarse, es jodido no poder transformar y concretar lo que se desea en el mismísimo momento en el que una lo desea.

Pero cien mil veces, vale la pena. Como una luna llena, un mar abierto, un beso robado, la risa de la hija, las manos caladas de historia de la abuela. Los sueños siempre valen la pena. Valen la pena a pesar de los matices, de los sapos, del futuro que no llega, del suelo pantanoso y los mosquitos. Vale la política y una tiene que ser agradecida con quién de manera rara, porque era una rara avis, desde el barro y con una cuota interesante de locura nos volvió habilitar esa escena.

jueves, 14 de octubre de 2010

Blackbird singing in the dead of night


No soy fan de los beatles, sin embargo fui a Liverpool en alguna de mis vidas y debo confesar que sus rastros me inspiraron respeto. Liverpool es un lugar lleno de sombras, de recuerdos, de english working class y no precisamente de white collar. Cuentan las buenas lenguas que a algunas personas el fantasma de john se les aparece cuando visitan el museo de los muchachos. No fue mi caso, triste …, porque recorrí el museo solita, así que perfectamente se me podía haber apersonado el fantasma amigable. Algunos especifican que el fantasma se les aparece a los cantantes, pero claro, no es mi caso, tengo la afinación de Sid Vicious cuando entona a mi manera. De todas maneras, triste, se podría haber apiadado de que llegué con mi mochila hasta ahí, de pura chusma.

Como fue en otra vida, no me acuerdo demasiado de este viaje pero si guardé en mi cabeza un par de instantáneas que paso a relatar: cuando me perdí en cementerio medieval en las proximidades de la catedral, la mismísima catedral que le dijo a paul que no podía entrar en el coro porque lo suyo no era el canto, las calles sanisidrenses que me llevaron a strawberry field –lugar mágico, lugar perdido, lugar extraño-, el cartel que se supone que decía “penny lane” que nunca encontré aunque caminé como tres veces la calle de arriba abajo, la calle lateral al puerto, su entorno muy años cuarenta, muy desolado y el piano blanco de john.


En esta vida, quizás más compleja que mi aquella vida, hoy me acordé de los gurrumines de Liverpool. La excusa fue un tema, un temón, blackbird, que no es ni blackberry, ni blackjack. Es sobre un pájaro negro, único, que espera una vida el instante preciso para volar. Digamos que, aunque se supone que todos los pájaros vuelan, que un pájaro vuele merece mi admiración. Ese pájaro no es un primo de juansalvadorgaviota, no es un pájaro new age, ese pájaro vuela hacia lo más oscuro de la noche.


Últimamente no he conocido a tantas personas a las que les interese remontar vuelo. Casi todo lo contrario, este año me topé con mucho movimiento rastrero. Pero en fin, me olvido de los Smigol, esta noche -que es extra rara- reivindico a los mirlos oscuros que vuelan con alas rotas y ojos hundidos, hacia el infinito y más allá.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi película favorita


Me pregunté a mi misma a ver … cuál es tu película favorita, cuál, en toda la historia moderna del cine y me puse en aprietes. Me dije, a ver, arriesga, que de eso se trata a veces la vida, de formularse preguntas sin demasiado sentido y tener la libertad plena de responderlas. Libertad plena, compleja sensación para alguien que fue criado por una progenitora que se llama exactamente así: libertad. Entonces me la juego, de guapita y me digo In weiter ferne, so nah! Y con eso no me digo mucho, apenas quizás que desde ese momento me había prometido estudiar alemán y nunca lo hice y que por enésima vez lo voy a planificar para mi próximo febrero. In weiter entonces, para la muchachada criolla tan lejos, tan cerca. Mi peli favorita, peli alemana gigante, porque Wenders más acá y más allá de Buenavista y su perspectiva políticamente correcta de la vida es gigante. Porque esa peli me hizo ver que las noches y los días están cargadas de ángeles y de gente que trafica con armas y que todo esto puede habitar en el mismo vecindario. Y opto por esa peli, porque Cassiel mi Cassiel, porque es mío en algún lugar, es mi personaje de ficción preferido, aunque termine estacado en esa barcaza sin demasiada dirección, sin viento ni sol. Así que, si tuviera que contestar uno de esos formularios Proust diría que mi obra favorita es la de arriba y el tipejo de ficción en la historia, el angelote que quería ser humano para saber de que se trataba ese último aliento cuando uno partía, y para comprender cuáles eran los sentidos de tantos susurros.

Quizás los noventa eran un escenario ideal para recuperar ángeles, quizás siempre lo sea, no sé demasiado, pero como verán compré la historia de cabo a rabo. Porque tener un angelo bonachón cerca resulta vital.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El gran Bono y Esther la estilista


Estoy un tanto colapsada, hartada, cansada, mareada y podría continuar con un número significativo de adas. Digamos, que esta climatología invernal, ya a destiempo, no ayuda demasiado. Solo entusiasma a los meteorólogos que, sí amigos! por una vez la pegaron con su pronóstico piedra de cinco días continuados de lluvia.

En medio de este trance iban mi cuerpo y mi almita, en una combi, de las “autorizadas”, desde el conurbano profundo hacia mi hogar cálido. Los viajes siempre tienen algo especial si uno los vive como viajes, sean viajes desde el conurbano, sean viajes con mochila a cuestas, en fin. No me disperso, en ese viajecito conurbanero me despabiló un muchacho desde ignota fm local con un himno que hace mucho cantaba y que por mi parte, hace mucho no oía. El solía ser, allá por los 80, un chico rebelde, con cresta incipiente, chupín oscuro y actitud, sobre todo actitud. Les hablo amiguines del gran Bono, del Bono de ese recital histórico entre las rocas, que cantaba con virulencia y teatralidad justa, el Sunday bloody Sunday.
Debo decir que aquel porte me esclareció en algunas aspectos, en primer lugar, yo no tenía ni idea de que represión me hablaba, pero ante la primera imagen, me di cuenta de que tenía que solidarizarme con su madre irlanda. De todas maneras, aclaro que la perorata no va por este costado políticamente correcto, va por algo que algunos podrán considerar menor pero que no lo es. El posteo chiquis va por el costado estilístico. Y no les hablo de teoría estética, les hablo de estherestilista, la estilista de mi mamá.

Dije recién que Bono me esclareció políticamente pero la luz, la luz verdadera se me hizo cuando vi su corte de pelo: moderno, al viento, práctico, rebelde. Después de esta iluminación profana y con doce añitos me dije frente al espejo: yo quiero tener el mismo corte de Bono.

Hasta ese momento me peinaban cual lady del conurbano norte: prolija, femenina, conservadora. Siempre tuve el pelo lacio-mega lacio y una cantidad a prueba de radiaciones nucleares. En fin, como quería el corte de Bono, le pedí a mi mamá que me llevara a la peluquería. Mi progenitora quiso congraciarse, aceptó el desafío y me condujo con doble turnete a lo de su peluquera, casi una mano derecha para mi mamá, hablo de la señora Esther. Yo creo que si a la señora Esther le decías peluquera te echaba a escobazos de su peluquería. Esther con hache era estilista y recientemente había llegado de un viaje por Paris, un viaje profesional y para probarlo, exhibía las fotografías de sus recorridos y participaciones en congresos de “color y permanente” en las europas. Mi madre no se cortaba con ayudantas, se cortaba con Esther, con quien nunca había tenido una decepción, así que desconté que mi cuero cabelludo estaría en buenas manos.

Bien. Digamos que cuando a la señora Esther le hablé de Bono, pensó que le estaba hablando de un asunto bancario o una golosina. No, no, le retruqué, Bono de iuchu. Me miró con cara de vaca empantanada, inclinó su cabeza y buscó contacto visual con mi madre. Luego de estos lásers volvió a mí, ya no insistí con el nombre porque para qué digamos, entonces intenté una esforzada descripción del peinado con palabras como: cresta -que señora esther derivó hacia las aves de corral- paradito, cortito pero no tanto y lacio pero no todo lacio igual. Imagínense que si ahora me cuesta describir el corte, cómo lo habré hecho a los doce añitos.

La señora Esther me cambió el corte mega power de Bonito por un savage “muy a la moda parisina” con el que lidié por todo el verano. Me acuerdo de que las cuadras que me distanciaron de mi hogar las corrí mientras le gritaba a mi mamá que su peluquera barrial era una asesina de cabellos. Para mi sorpresa el que abrió la puerta fue mi primo que me tiró un: no es para tanto. Así que no es para tanto, soñar con ser estrella de rock y encontrarte con que portas un look cuasi bailantero. En fin. El verano la remé como pude, con una casaca de otro rock star, bobby marley, como para confundir. Y el otoño me trajo un flequillín que valoré mucho y después el lacio lacio fue arreglando los desajustes.

Nunca más volví a confiar en una peluquera que se llamara Esther, en ninguna, y debo decir que desde esa experiencia me prometí buscar con cierto cuidado a quien confiaba mi zona capilar. Los que me conocen sabrán que yo soy fiel a la dentista, al ginecólogo y al peluquero. Y también sabrán que he perdido el hábito de describir cortes. Yo le confío al peluca y después que el peluca se inspire con mi melena profusa. Y en ese campo me la juego y me animo a que tijereteen sin problemas. Quizás porque en alguna neurona remota me quedaron asociados los cortes de pelo soñados con esa figura rebeldona, de un Bono jovencillo gritándole al mundo anglosajón how long must we sing this song, how long…

jueves, 5 de agosto de 2010

Día de la niña peronista


Sigo con mi revival infanto-bizarro, porque cuando a veces el presente nos ajetrea de lo lindo hace bien descansar sobre la infancia sublimada. Y en mi infancia, como en todas nuestras infancias, siempre hay un festejito del día del niño especial. De mis días de niña me acuerdo de dos momentos históricos: uno en el que mi tía Pocha me regaló un pianito con teclas de colores. Un piano chiquito pero groso, al que le armaba las patas con encastre. El pianito emitía sonidos secos, claros, contundentes. Y yo, que era una especie de Federica Chopin sin talento pero impune, le quemaba el balero a familiares y amigos sin inhibiciones.

El segundo día del niño que recuerdo patente-patente lo viví como niña peronista. Mi progenitora no me dio muchas opciones, vale decir, me informó que el día de la niña lo pasaríamos en la unidad básica barrial. Así que el plan era redondo: tenía que colaborar en tareas de militancia estandar como acarrear objetos de aquí para allá, seguir directivas de ocho personas a la vez y tratar de no perderme en el intento. Y además de esta militancia, tenía que pasarla bien y disfrutar mucho: porque es tu día chiquita, tu día especiallll lalala. Bien.

La noticia me cayó como se cae una tortuga de la mano de un niño despiadado que la deja caer una y otra vez: me pareció un embole, pero un embole inevitable. Sin embargo, como decía Pedro Navaja “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Al llegar al lugar de los hechos, las cosas empezaron a tomar otro color. Primera cuestión, cuando una se vuelve una “colaboradora” de un evento –ya sea de un evento masivo y power o de una choripaneada casera para ocho personas- la sensación que se tiene es que una se convierte en alguien importante. Digamos que esto puede ser verdadero o falso, no importa como dicen los psicolocos, lo clave es lo que uno se cree.

Así que la pequeña peronista se deslizaba con pechete inflado de la calle cortada al bolichón básico, de la trastienda del bolichón básico a la calle cortada. Con soltura, con disposición al acarrear cotillón, chucherías y demases. Hasta que en una vuelta de militancia, descubrí al payaso, que no era otro que un muchacho de la juventud peronista, una especie de Bombita Rodríguez ochentoso, con rulos violentos negros, pero con un disfraz de payaso muy bien confeccionado, con un maquillaje que hasta el cirque du soleil te lo envidiaba y sobre todo, con muchísima gracia. Y me quedé, y me senté al lado de mis pares pequeños peronistas. Me quedé, absorta, capturadísima con el títere que manejaba. Me morí con cada chascarrillo artesanal y después, ya que estaba, te participé en la seguidilla de juegos caseros, en la carrera de embolsados, el juego de la papa, el baile de las estatuas. Todos juegos bien baratos y bien peronistas. Y seguramente ese regalete que me dieron los muchachos de la juventud peronista me pareció recontra groso y cuando ya no podía más del cansancio me acurruqué, como casi siempre lo hacía, en algún sillón de la básica unidad básica y dormité. Sabiendo que es groso ser niña, que el día del niño más allá de las avivadas comerciales, sigue siendo un día mega-power y que está bien que todos los niñetes puedan festejarlo. Así que después de miles de décadas, gracias muchachos peronistas de los ochenta por esa tarde fría y bizarra.

sábado, 3 de julio de 2010

La Michael


El otro día un sonido se filtró de repente. Tán tan tan tán, tan tan tán tán. Y ese sonido me llevó directamente, como si estuviera cayendo de una barranca, a mi infancia. Mientras las niñas querían ser Madonna en like a virgen, yo quería tener el mismo peinado que Bono en Sunday bloody Sunday y bailar como Michael. Extraño combo, piensan … puede ser.

Volvamos al tan. El “tan” tan contundente era el de Michael en Thriller, épocas en las que Michael o Maikol, como se decía en estos pagos, era semidios. Un sábado promediando el mediodía le avisé a mi mamá que en unas dos horas tenía una fiesta de disfraces. Tengamos en cuenta lo siguiente: antes, y no quiero ser viejachota, las niñitas no tenían en su hogar un guardarropas con catorce disfraces de princesas para elegir. Además, mi madre lo planifica todo con una antelación de siete días –incluidas siestas y piscolabis-, entonces, mi noticia digamos que cayó cual chaparrón.

Ante la información, la mujer miró a los alrededores buscando una soga, media idea, la aparición mágica de un hada con un disfraz en las manos, algún rostro para hacer contacto visual, pero nada, apenas la tele prendida. Y ahí lo vio, y supongo que me recordó practicando el baile lunar una y otra vez con mis zapaticos negros acharolados en la baldosa marrón del jardín de invierno, y volvió a ver al aparato y me imagino que se preguntó: cómo hostias hacemos para convertir a una criaturita de pelo lacio-ultra lacio y una palidez importante –mayor claro a la actual- en un muchachote de tez todavía oscureli, que se caracterizaba por unos rulos bravos. A veces para las madres no hay límites ni prohibiciones. Esto es así por definición real. Así que la mujer me espetó un: hoy vos vas a ser laMichael y sanseacabó.

No se almorzó, todo el núcleo familiar, mascota incluida, se dedicó al cambio de imagen, al fashion emergency. En los preparativos se remodeló una camisita de granadero de algún familiar remoto en la casaca roja del astro pop, se ambientó alguna joggineta en chupín negro, se calentaron 18 corchos para lograr el cambio racial, la abuela entregó su buclera de hierro y, entre mate y mate, se despachó con mi ultra lacio. El toque final estuvo a cargo de unos ray ban negros que fueron prácticamente amputados de las manos de mi hermano mientras me decía: son originales, son originales.

Mi hermano me condujo al evento. Los conductores de autos ochentosos que miraban de reojo al taunus celeste y me descubrían ahí, se sorprendían. Mis amigas también fueron pura sorpresa. En la fiesta había princesita 1, princesita 2, conejito 3, caperucita 4 y creo, algún fantasmín. Y de repente apareció laMichael –te hablo en tercera persona como eldiego y lasole- con frente alta, el acharolado lustrado y los bucles impecables.
Desde tres de la tarde hasta bien entrada la nochecita, la vida fue ultra pop. Y aquel patio de zona norte se convirtió por nuestro arte de magia en el cementerio y las princesitas de cuento devinieron zombies. Y pasamos una y otra vez la coreo de Thriller. Hasta perfeccionarla, hasta que el cassete prácticamente nos pidió piedad y los timbrazos de los progenitores nos devolvieron a los hogares infantiles. Así que, viva el rey, el verdadero verdadero rey michael.

sábado, 26 de junio de 2010

Barbarafeldon y las 99

El otro día, mi amiga Chiru me dijo algo muy sabio, palabras más, palabras menos, me despachó: vos estás viviendo una del superagente86.

Tal cual. La verdad verdadera es que las últimas semanas de mi vida fueron bizarras y por momentos me sentí una Barbara Feldon con 40 centímetros menos. Vamos que aunque Maxwell fuera único, la 99 tenía lo suyo. De hecho, la 99 era la que salvaba las papas cuando casi todo estaba a un milímetro del derrape.

Vayamos al nudo: las 99, son "las" porque 99 por suerte y magia del tatita dió, nunca hay una sola.Sin embargo, hoy por hoy, son una especie en extinción. Y no hablo precisamente del carré violento y las minis sesentistas, hablo de las muchachas que, cuando la cosa pasa a castaño oscuro, no se ponen a llorisquear como prematuros sino que, se plantan firmes sobre sus botitas y están dispuestas a llamar a las cosas por su nombre, como decía miabuelita.

Es más, y esto es lo increíble de mis primas hermanas las 99, se involucran sabiendo que al lado de ellas, van a contar con el despiste mental de un Maxwell, con un almirante –que se queda dormido parado- y a lo sumo, con un androide como Jaime, que cuando quiere ir, más bien, viene. Y aunque Sigfrido las ate en un submarino o tengan que fajarse a patadas karatecas con cinco chicas de Kaos al son de música psicodélica, les ponen garra, corazón y estilo a la lucha. Porque las nighty nine, como Barbarita, son guerreras, pero guerreras impecables.

Digamos entonces que, mientras haya 99, el mundo no se sale del todo de sus goznes. Pero atenti platea general, no nos colguemos de los minichorts de las 99. Seamos capaces de salvarlas algún día a ellas. Porque aunque el cosmos ha dejado de ser bipolar, bipartidario, bivalente, a veces, Sigfrido y todos sus muchachos enfundados en trajes demodè se siguen riendo de todos nosotros. Y no saben la bronquita que da.

No abandonemos la gracia y la bizarría, no dejemos de querer a los maxwellitos, no perdamos de vista que a veces tenemos que mirar a la vida y tomárnosla como chiste. Y reírnos fuerte para que no duela tanto. Por lo menos un rato, ¿por qué acaso las 99 no se merecen unas vacaciones en Acapulco?

sábado, 12 de junio de 2010

La impune



Hay momentos en los una se queda en un punto, pone primera, se balancea sobre un adoquín, mira al costado y vuelve a chequear si el sol existe en algún lugar del cielo. Y entonces divisa las nubes. Qué complicado es imaginarse el sol detrás de las nubes. Por algo el germano Kant decía que en el camino del conocimiento, la imaginación era una parada importante, recién cuando imaginamos empezamos a poner algo de nosotros en juego.

Hoy, en día hostil climatológicamente quiero el sol veraniego. Y aunque no lo tengo cerca porque faltan todavía por lo menos seis o siete meses para volver a toparme con él en mi playa costera favorita, soy impune, así que lo imagino. Hoy es verano y sólo porque yo lo quiero.

Creo que de a ratos tenemos que ser impunes, así como tenemos que crear nuestros secretos de vacaciones, tenemos que barajar la impunidad. Una vez fui impune, les detallo: yo tenía una vecina, una señora a la que los años simplemente no le sentaron bien. La señora, digámosle X, vivía sola, me retracto, en realidad vivía con su mascota caniche apodada “Buki” o “elBuki”. La mascota era horrible, un perro desconfiado, que ni bien te veía venía a mordisquearte los talones, quizás el can estaba pidiendo clemencia pero confieso que nunca entendí la naturaleza perruna. En fin,durante el primer mes de convivencia vecinal traté de sacar mi costado gentil y vamos a ser justas, la señora respondía con cierta amabilidad. Hasta que un día, una goterita de aquí, un piso desnivelado de allá, una visita de amigos, un mano negra a las diez de la noche, que se yo, nos ubicaron en sectores diferentes de la terraza común.




Y la vieja empezó a hacerme la vida imposible. Me tiraba las facturas que tenía que pagar en medio de la escalera, me llamaba por teléfono si una hoja de una planta volaba por el aire y pasaba cerca de su ventana y lo que era peor, la tipa tenía como hábito, como ritual mañanero, lavar sus prendas íntimas y colgarlas en la terraza común a las ocho de la mañana día tras día, sin excepción de feriados y fines de semanas. Y como yo vivía y amanecía frente a la ventana que daba a ese sector de la terraza, mi primera imagen de cada día era el rostro avinagrado de la señora X. Es más, lo primero que escuchaba cada mañana era el gritito agudo y contenido de “Bukiiiiiiiiiiii” porque el caniche siempre pero siempre se le escapaba y quería entrar a mi departamento.

Digamos que internamente pasé por varios estados: primero le declaré la guerra, le contestaba sistemáticamente cada vez que la señora X me increpaba por temas varios. Sin disimulo, con rigor y entusiasmo, si la vieja buscaba guerra, yo apuntaba mis misiles y FIRE.




Hasta que un día me aburrió, me aburrieron sus verrugas, su perro, su chillido, sus pantuflas y joggineta y simplemente me dije: Marcita: una tiene que elegir las batallas que quiere librar. Y esa tarde, cuando volví del trabajo y abrí la puerta y la señora X me increpó porque le filtraba algo, producto de un mal trabajo que había hecho su retoño de 50 años en mi cocina antes de que yo alquilara, y la señora X empezó con su larga y tediosa perorata, fui impune. E impunemente desplegué mi brazo,


extendí mi mano


y le despaché a la chota señora X un:


“hablá con mi mano”,


“hablá con mi mano porque yo no te escucho más”.




Y santo remedio. Yo creo que la señora X pensó que estaba para el moyano o para el exorcismo, pero no importa.


Santo remedio.


A veces, la impunidad es eso, santo remedio frente a la chotada.

martes, 1 de junio de 2010

Dos canciones y un insomnio


Bien, hoy no hay intrigas. Empiezo con una canción y termino con otra. No hay conexiones salvo estos días, mis días que vienen siendo bastante bravitos. Hay una canción de Lou Reed, Just a perfect day. No importa demasiado la letra, la letra es apacible y bella, y básicamente narra la historia de alguien que encontró a otro alguien y tienen lo que se dice: un día perfecto. Tanta apacibilidad me inquieta, pero antes de que me inquietara a mí, le inquietó a un director de cine bastante retorcidito que filmó la peli Trainspotting. En la peli se escucha la perfecta canción en la perfecta voz del angelito Lou mientras el protagonista Renton se retuerce después de una dosis y entra al embudo del mismísimo infierno. Olvidemos lo triste y sólo rescatemos esta idea que me viene rebotando cual pelota pared: ¿por qué algo tan perfecto y tan lindo, de repente repelente puede convertirse en una basura? Siempre me inquietó eso, cuando leí el libro, cuando vi la peli y ahorita mismo. Será por eso, porque algunas cosas me inquietan, que estoy con insomnio.

Nada de sonambulismo, ni siquiera llego a eso, te tengo insomnio, del duro, del que te dan ganas de despertar a todo el vecindario sólo por solidaridad. El tecito de tilo me hace cosquillas y aunque no soy hippiepachuli, tampoco soy de las que se pastillan así como así. En fin, pero como la suerte es loca y cuando te toca te toca, mientras escribo este post, en un canal de aire –como si los otros fueran enfrascados- aparece un doctor canoso con matrícula de doctor y todo que va a brindar al mundo sus consejos para las jóvenes con insomnio. Como te quiero doc: las reproduzco porque parecen de Delia Dora Fernández de Fernández y te los comento.

1- Dormir en un dormitorio: bien, ahora sí. Ya sé que no me conocés, que vos estás ahí en una tele enfrascada y yo acá en mi living juvenil, pero dónde crees que reposo? En una esterilla? Pensás que te duermo hoy acá y mañana allá? Por dios, qué concepto que tienen de los jóvenes, che.
2- No consumir café y alcohol antes de acostarse. Y ni que hablar del cigarrillo, el fumando espero es para otra cosa. Me repetís lo último? No lo entendí!
3- No realizar actividades físicas antes de irse a dormir. Esa te la cumplo, es más, desde ahora. Salvo que con lo de actividad física …, no, no creo.
4- Comer tampoco. Ok, dejame vivir. Te almuerzo un yogurt + manzana o una empanada. En algún momento de la vida tengo que ingerir algo. Este cutis juvenil no se mantiene con las cremas de más de 200 pesos, este cutis se lo debo a hidratación y ciertas dosis de proteínas.
5- No contar ovejas. No más de 100 o 150. Bien, este es el momento en el que deberíamos entregarnos al genial Juan Estrasnoy para que hiciera lo suyo. Ovejitas, ovejitas, es todo lo que tenés para mí. Te escuché con atención por un lapso de 2 minutos y 38 segundos para que me repitieras esta sarta de obviedades. Mirá que tomo la matrícula y te denuncio en el comfer.

Dejémoslo ahí. Paso a la segunda canción, de artista local, de artista muy bicentenario. Repito, tenía insomnio así que te vi las 5 repeticiones de los festejos del bicentenario. Creo que en la vez número 3 cuando el blancuzco Páez cantaba, algo de lo que dijo me sorprendió y lo cito entonces, porque no soy tan sabia como mirandita que te linkea el video del artista:

Me gusta estar al lado del camino /fumando el humo mientras todo pasa/Me gusta abrir los ojos y estar vivo/Tener que vérmelas con la resaca/entonces navegar se hace preciso/en barcos que se estrellen en la nada/Vivir atormentado de sentido, creo que esta, sí, esta es la parte más pesada/ En tiempos donde nadie escucha a nadie/ En tiempos donde todos contra todos/ En tiempos egoístas y mezquinos /En tiempos donde siempre estamos solos/ Habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado/ Habrá que declararse un inocente/ o habrá que ser abyecto y desalmado (…)

No es bueno nunca hacerse de enemigos/que no estén a la altura del conflicto/Que piensan que hacen una guerra/y se hacen pis en la cama como chicos/Que rondan por siniestros ministerios/haciendo la parodia del artista/Que todo lo que brilla en este mundo tan solo les da caspa y les da envidia(…)
Me gusta estar al lado del camino/Me gusta sentirte a mi lado/Me gusta estar al lado del camino/Dormirte cada noche entre mis brazos.


Así que después de todo esto, me digo y les digo muñecas y comuñes, no hay que mirar noticieros, sólo si algún amigo sale desde atrás de un móvil y nos saluda con dedicación. A veces, en noches brumosas y solitarias, los únicos lúcidos suelen ser los artistas.

sábado, 15 de mayo de 2010

Así que soy Betty la fea



Mi papá de chiquita me decía que era linda y debo confesar que tal vez me lo creí un poco. Es más me preguntaba al menos cinco veces por día “pero decime vos, ¿por qué sos tan pero tan linda?”. Está bien, un papá nunca es objetivo –a un escracho le puede decir sin reparos “princesita”- pero mi papá no es de esos, mi papá es de los señores que andan con certezas y que si no las tienen en la palma de la mano, pues prefieren guardase la mano.

Digamos quizás que su perspectiva pseudo objetiva me ayudó a ir por la vida sin rollos estéticos, sin problemas por mi escasa estatura, mi pelo lacio y ojos extra grandes. Pero, más allá de este posicionamiento estético-metafísico, debo confesarles, amigas y amigos de Marcita (hablo en tercera persona como el Diego) que siempre creí que mi as en la manga era la simpatía. Petisita pero inteligente y simpática. Combo aceptable.

Hasta ayer. Ayer alguien me trató de Betty la fea y encima, antipática. No voy a reponer el marco de semejante destilería de veneno porque les amargo el fin de semana. Sólo voy a decirles que pocas veces lidié tan cara a cara con la debilidad y la miseria humana. Pero vamos a lo que importa como decía mi terapeuta favorita: “¿a vos nenita qué te pasó con todo eso?”

Bien, lo de Betty la fea digamos que me indignó. Eso no se le dice a una dama. En realidad no me dijo fea sino que todos preferían a Paris y no a mí, porque ella es tan linda y simpática. A ver señores: ¿acaso estamos en primero inferior? Joder como decía mi abuelita, joder.

Sin embargo, créase o no, como soy una rara avis, eso no fue lo que más me enfureció. Básicamente porque además de no contar con rollos estéticos, nunca le reclamé a la madre naturaleza aquello que no me quiso dar, siempre pensé que para ser bella había que tener onda. Y amigos, yo tengo onda.

Es más, como que lo de Betty la fea, hasta me trae recuerdos lindos de cuando era una desocupada y no me perdía por nada la telenovela colombiana en la que la fiel Beatriz Aurora Pinzón Solano se conquistaba al lindo Armanditomendoza.

Entonces, lo que me enfureció de endeveras, lo que activó la gallegada de todos mis ancestros fue lo de antipática. ¿Antipática yo? Chooo? Es como decirme que soy alta, una imposibilidad de la física. Una distorsión de los sentidos. Una falsedad cósmica. Una invalidez lógica. Cho soy una tipa divina, simpática, chistosa, graciosa y todos los “osas”. Pero por favor, señor, ¿antipática? Si te gané en concurso de verano cuando niña como miss simpatía. No, no, lo de antipática te lo peleó hasta el último round. Como dice la señora, “así no”.

En fin, ultimamente estoy muy josénarosky así que así como le recomendé un refrán a Paris, hoy me voy a autoadministrar una dosis para mí: Marcita, mejor no gastar pólvora en chimangos; al mal tiempo, buena cara; cuando la miseria entra por la puerta, el amor se va por la ventana y finalmente, a otra cosa, mariposa.

viernes, 7 de mayo de 2010

Mi amiga Paris


Ustedes piensan que me puse bohemia. Que de repente me sumergí en la nostalgia y me acordé de París, de mi caripela fría y escamada mirando hacia el pont neuf una noche de invierno. No, nada más alejado, hoy les vengo a hablar de estilo –cual coiffeur de barrio porteño- pero no de estilo europeo, les vengo a monologar de un estilo bien argentino.

Soy amiga de Paris Hilton. Sí, y no soy Nicole Richie, sigo siendo la misma Marcita conurbana de siempre. Paris Hilton vive varias horas de su vida en el conurbano. Y aunque no tiene como mascota un chihuahua de nombre Tinkerbell, puedo dar fe de que los canes la apasionan y de que es más niña que yo, así que seguramente tenga como cinco stickers de Tinkerbell y tal vez también algún llavero.

Paris forma parte del grupo de las guerreras y era una de las que estaba de este lado del mostrador, gota golda mediante. Vos la ves y decís: qué linda damita, qué damita tan elegante, toda una lady, esta niña antes de decir una palabrota se llama al silencio. Al silencio, por favor, cruzátela en un día nublado a Paris, levantale el tonito, vamos … cruzátela un segundo y te hizo engullir y digerir cada una de tus palabras en una fracción de segundos, cual chica bond. Sí, nuestra Paris tiene algo de chica bond con una cruza nacional popular, eso hace que queramos ser su amiga –para que nos defienda de vozarrones intolerantes- y hace que la queramos –por ser tan conurbana.

No se si se acuerdan de un personaje de Pulp Fiction: Winston Wolf. El señor zorro venía a arreglar los desajustes de los matoncitos. Diálogo memorable: I´m Winston Wolf . I solve problems. Entonces Jimmie decía algo así como que bueno, nosotros tenemos un problema. A lo que Winston en su lengua natal que no pienso traducir para que no pierda el encanto de aquel Harvey Keitel contestaba: So I heard. May I come in? Bien, después de esta alocución al estilo niñita que estudia en la universidad del cine, digo: nuestra Paris tiene algo de Winston. En este detalle: no necesariamente viene a limpiar nuestros chanchullos sino que la tipa puede hablar, responder y cortar el rostro con la elegancia de Winston. No se le mueve un capilar del cabello sedoso y perfumado. La tipa te mandó a dar 18 vueltas al hipódromo y acto seguido, giró su rostro y se comió una medialuna. Y eso te hace impecable Paris.

Paris Paris, todas queremos ser como Paris. Alguna vez, una sabia me dijo, cuando me estaba enfrentando a una situación algo compleja: vos tenés que ser como un avión: subir subir y subir. Sabés por qué? Porque vos seguís subiendo y las ratas se mueren. Final trágico para los roedores, no? Así que te hago la gran josénaroski y te termino con algunos refranes, vos fijate el que te llega: lo barato sale caro (siempre me lo dice mi viejo); lo que es moda no incomoda (?), loro viejo no aprende a hablar (si, si, seguramente nos estamos imaginando a la misma), más vale maña que fuerza y por último, porque encontré una página en internet con 832 refranes: ni están todos los que son, ni son todos los que están. Vos fijate.

lunes, 3 de mayo de 2010

Las guerreras

Hoy no tengo un minuto ni dos. Sin embargo, siento que tengo que escribir algo, aunque sea escueto sobre “las guerreras”.

Soy amiga de las guerreras, es más, podría decir que soy una de ellas. Es verdad, el nombre “guerreras” da medio “amazonas”, y podríamos imaginar que algún malintencionado hasta podría confundirlo con un grupete medio grasa. Pero no señores y señoritas, lo único grasa de estas muchachas está en las medialunas de grasa que de tanto en tanto ingieren para reafirmar que la vida nos da regalos placenteros como una medialuna de grasa a las 9 de la mañana.

Lo de “guerreras” parece de modé en estas épocas, tan faltas de trajines y de lucha. Pero sin derrapar en un regodeo setentista, yo creo que tanto en el chisme como en lo importante de la vida, lo de guerreras las convoca.

Nunca había prestado atención a lo que nos nucleaba. Es más, siempre me había parecido interesante vernos en la diversidad, en los matices que hacen que cada una aporte su barrio, su historia, su perspectiva ideológica, familiar, los amores y desamores transitados. Hasta que el otro día, viernes 18 pm las descubrí.

El escenario era raro: acto de cierre de campaña. Cualquier acto de cierre de cualquier campaña a año 2010 es raro. Con una de las guerreras estábamos de un lado del mostrador: sudando la gota gollllda, mirando para todos los frentes como búhos giratorios, respirando de vez en cuando. En fin, hasta las manos. Fue entonces cuando vi al resto de las guerreras en una fila, sentaditas prolijamente como aquellas tías que vestían puntilla y traían regalos los domingos, expectantes, seguramente haciendo más de un comentario por minuto, pero ahí, firmes junto al pueblo como Crónica TV. Y fue en ese momento en el que se me ocurrió que todas las guerreras tenían familias, amores, responsabilidades, seguramente vicios también que las esperaban después de las 18 pm de un día viernes.

Pero sin embargo, las guerreras estaban ahí. Y digirieron con entusiasmo el discurso 1, el discurso 2, el discurso 2 bis y el discurso 3. Y cuando todo terminó tuvieron la gracia de venir a saludar y a felicitar a las otras guerreras.

Así que, amigas guerreras debo confesar que el día viernes a las 18 pm me sentí tan contenta al verlas como cuando chusmeaba desde el telón en un acto escolar y encontraba la cara de mi mamá. Por eso y tanto más, se los agradezco.

martes, 27 de abril de 2010

El profesor Philip Drummond


El problema no era el señor. O quizás sí lo era. De pronto me vi sentada en una de las últimas filas de un aula superpoblada. La tarde era otoñal pero la temperatura en el aula ascendía a un nivel más de lo conveniente. Y yo estaba ahí, tomando un “optativo obligatorio”, casi una contradicción en sus términos. En realidad hace años que debía haber tomado mi brebaje obligatorio pero como me larvé en el camino y este año seguramente iba a reincidir en la misma actitud, me inscribí en una materia que empezaba justo cuando el “optativo-obligatorio” terminaba.

Sin excusas me dirigí con energía y entusiasmo cual conejito de cereales a mi primera clase. El título de la conferencia era alentador, algo sobre política de medios, vínculos con la comunidad y tal. El expositor contaba con varias cucardas de universidades norteamericanas en su pecho gentil. Hasta ahí, la nave iba. Pero la nave, mis queridos, naufragó en el minuto 4, justo después de que el expositor gringo –muy parecido físicamente a aquel recordado Philip Drummond de Blanco y Negro- terminara de pedir disculpas por su español.

A ver, cuando alguien pide disculpas, una piensa que se trata de falsa modestia. Créanme que este no era el caso. El gringo realmente se movió con más dificultad que un pez en el Sahara. Lo peor no era el dudoso español sino todos los accesorios que acompañaban el combo: la lectura de tedioso power-point, la aplicación de risita je-je-je-je/je (de cuatro a cinco je) cada 5 palabras, el “bueno-bueno” cada tres. Todo esto sazonado con un “interesante, nou?” en cada cambio de filmina super-power. La presentadora de tamaña exposición no sabía si mirarnos a nosotros –público hasta entonces dócil y obediente-, mirarlo a él, al super power, salir corriendo como novia fugitiva o sumergirse en la pizarra blanca.

Pero como somos intelectuales y casi por definición, gente políticamente correcta, todo transcurría en una monotonía de siesta santiagueña. Hasta que alguien tímidamente preguntó: “¿usted de qué trabaja? Digo, quizás sea mi ignorancia porque no comprendo pero, usted de qué trabaja?”.

BRI-LLAN-TE.

Golpe impecable, limpito, con cierta dosis de ingenuidad, justo. Pero dejate de jorobar Philip Drummond. Porque, nosotros somos políticamente correctos pero hasta el intelectual más momia tiene sus límites. ¿A quién querés conmover con los “vectores comunicacionales”? Nosotros somos sangre latina como Thalía –aunque ahora viva en Miami y diga que desde que es madre cree más en lo espiritual que en la conga-, a nosotros nos tenés que ganar con pasión, con míssssstica, aprendete un chistecito para la próxima, tirá un “Maradona”, “qué rico el churrascouu” la próxima vez, sacanos del letargo que ya con nuestra vida entre tomos de Hegel tenemos bastante. A ver, ¿alguna vez conquistaste un corazón con semejante perorata?

En fin Philip, al principio nos caías simpático. ¿Quién no se acuerda de tus aventuras ochentosas en “Blanco y Negro”? De la viejita Adelaida, de aquel mítico “de qué estás hablando Willis? que decía el pequeño Arnold con labiecito fruncido. A la que no me bancaba mucho era a la Kimberley, debo confesar. Me encantó el episodio en el que le quedaba el pelo verde por la lluvia ácida. Pero aunque todos tenemos infancia y tu parecido físico con el millonario con cierta conciencia social –tímida claro- Philip Drummond era notable, eso no alcanza Philip. La próxima vez, olvidate el power en tu casa, aprendete un par de muletillas, o contratate un traductor que los hay lindos y baratos.

domingo, 18 de abril de 2010

Aguavivas granizadas


Y me agarró el granizo, mirando con asombro el jardín de mi infancia. El jardín en el que jugué a la bióloga marina en la pileta celeste de tamaño estanque, dialogué con caracoles y babosas y reté hasta el hartazgo a mis muñecas emulando a jacintapichimahuida. De repente, ese jardín, el muy mío, se volvió un territorio irreconocible. Y mientras caía en transe y no podía dejar de seguir los proyectiles voladores que caían en el jardín a derecha e izquierda como fuegos artificiales en año nuevo, mi madre repetía cual mantra que nunca en su vida había visto algo así. Nunca.

Después de la etapa de asombro, decidí mirar al enemigo circunstancial de frente y descubrí que, de entre todas las formas posibles, esos proyectiles habían decido parecerse a las aguavivas. Y se me ocurrieron varias cosas, porque en los momentos de crisis, algunos se aterran, otros se iluminan y se convierten en estadistas y a mí básicamente se me ocurren cosas ridículas.

Lo primero que pensé es que los granizos con formitas se parecían tragicómicamente a la cubetera cool que me había comprado esa tarde para hacer cubitos con formitas divertidas. Seguramente se trataba de una venganza de la naturaleza por ser tan consumistas y tan cool –que es casi lo mismo.

Lo segundo que pensé fue en las aguavivas, porque esos bodoques helados que estaban cargándose uno a uno a los distintos objetos de jardín techo y calleja- eran prácticamente iguales a una aguaviva bebé bien alimentada. Y las aguavivas me llevaron a uno de los días más calurosos de este verano y a nuestra mirada infinita sobre un mar lleno de aguavivas, un mar al que definitivamente no pudimos meternos. Y se me ocurrió que tal vez la alegoría no fuera casual, que tal vez estuvimos esperando que llegaran platillos con fenómenos que comen ratitas y esconden piel de lagarto detrás de sus cirugías pero que la cosa no iba por ahí. Que la cosa iba por las aguavivas. Y me acordé de Lost, de que en realidad si pueden caer aguavivas del cielo, cómo no va a poder existir una isla que se mueva, un paralítico que camine y vuelva de la muerte como si viniera del kiosco de la esquina y un chinito entrado en cana que se mira a sí mismo a los tres meses de edad. Así que interiormente me dije –porque claro está que en ese momento no daba para vociferar ridiculeces- quizás lo de las aguasvivas sea para paliar la abstinencia que me va a agarrar cuando termine Lost. Tercera ridiculez.

Y entonces y esto ya no es tan ridículo, me acordé de una historieta que un amigo me recomendó cuando todavía éramos niños, cuando no existían todavía los revival, los centro cultural homenaje y algunos sabios populares seguían durmiendo en los arcones. Me acordé del eternauta y de la lluvia de granizo feroz que asoló una vez a un barrio que quedaba a unas cuadras de mi jardín de granizo. Y de cómo me recorrió cierto escalofrío al ver los dibujos de las calles vecinas, arrasados por los combates y la desolación. Y escuché de fondo la voz de kikita que decía: esto es un sueño y quiero que me despierten.

Yo no tengo idea de casi nada. Menos de si nostradamus tenía un 5% de razón, o de si hollywood es más astuto con su ciencia ficción de lo que todos nosotros creemos. Pero creo que voy a empezar a mirar con más seriedad a las aguavivas o me voy a hacer un tatuaje de un aguavivita en el omóplato para que cuando vengan me reconozcan como a una prima lejana y tengan un poquito de buena onda. En fin, primitas aguavivas: que la vieja se quede un ratito en la cueva mientras arreglamos tejas, contamos bajas, nos acostumbramos a los bollos y emparchamos vidrios. Les parece?

domingo, 11 de abril de 2010

Miss 36


Hace poco leí un libro. En ese libro, un chamán llamado Aurelio decía que el día más importante de nuestra vida es cuando cumplimos 36 años. Pensé que había entendido mal y volví leer esas líneas una y otra vez. No había posibilidad de malinterpretación, Aurelio hablaba de los 36. Y yo cumplía 36 en días.

36 entonces, mis 36 ¿qué hacer? Lo que primero se me ocurrió es que este año es especial porque digamos que cumplo dos años en uno. Mi cumpleaños anterior fue un lapsus, uno de esos momentos en la vida en la que una se eyecta de las emociones, se adormece y simplemente está, mirando el horizonte marino sentada sobre un parador desértico del otoño gesellino y espera que la tormenta pase y que algún día el sol nos vuelva a templar un poco.

Entonces, este año, bastante aclimatada y hasta asoleada, me propuse con toda mi energía a mes de abril pasarla bomba. Pero el presagio de Aurelio me inquietó. Lo googlé, busqué Aurelio+chamán+36 / 36+díamásimportantedetuvida y nada, apenas un poema tristísimo de Byron que me auspiciaba dolores, desventuras, decrepitud. Olvidable el lord. El misterio tenía que estar ahí, justo en mis36, así que me propuse estar atenta a cualquier movimiento menor, al detalle, a lo que pasaría desapercibido para cualquier mirada miope y que me ubicaría exactamente en el mejor día de mi vida.

Este es el relato desordenado de mis emociones, acciones, deslices, palpitaciones, cosas increíbles que pasaron en mis36 y que por fortuna anoté en mi libretita especial fiorentina:

Festejé mi cumpleaños cual una niña, soy una niña, pero este año me dediqué especialmente a saborear los momentos como una niña. Miré fijamente a Kika mientras abría el regalo que me había comprado, puse pausa en esa imagen que me devolvía una cara boquiabierta, ojos luminosos, sorpresa, puse una pausa larga, tardé una eternidad en abrir su regalo y esa imagen fue la felicidad misma. Me llamó toda mi familia y hablé con ellos una y otra vez, y me hicieron chistes y siempre terminan siendo geniales. Llegué a la oficina y me encontré con globos rosas y blancos, en formato flor, en formato cumpleañero, decididamente el mejor cumpleaños institucional de todas las épocas. Y se lo debo a todos los buenaonda pero en especial a Rominita que nos organizó evento cual la mejor “conurbano planner” de todo el conurbano. Escuché Morrissey, escuché a bobby marley y salieron volando los tres pajaritos. El día estuvo soleado y según mi hermana “así fue el día en el que naciste, soleado, un auténtico día peronista”. Me reí con mi papá que pensó que ya me había saludado y no tenía ni idea de cuántos abriles cumplía. Me hicieron muchos regalos, lindos, justos, nadie la pifió –na-die- y eso es raro, rarísimo y me encantó. Viajé en el tiempo y escuché el feliz cumpleaños de los Parchís gracias al detalle de chiru. Lucí un anillo de hada, de hada con alas rosas y vestido violeta. Me acordé de mis colores favoritos: el verde y el rojo cuando elogiaba el obsequio de Cris. Me reí muchas veces, muchas. Canté con Kika “te quiero” en versión Niga+Belinda mientras intentábamos un pasito reggaetonero. Mientras hacía zapping me detuve en entrevista a Luisita Kuliok, la mejor actriz de telenovelas de mi infancia y eso me llevó directamente al recuerdo de miabuela, la mejor abuela de todos los tiempos. Comí chocotorta y la preparación de esa chocotorta fue un gran gesto de amor, te lo agradezco. Pensé en dios, en todos y en alguno y pedí tenerlo un poco cerca. Kika me prestó a su muñeco favorito, Mascotinha para que estuviera cerca en mi día. Hoy no murió nadie conocido o querido y aunque parezca inverosímil, desde hacía tres años esto no pasaba. Tomé mates con chiru y charlamos de lo importante en terraza a reciclar. Deliré con Mirandita a través del teléfono porque hay seres especiales como ella que definitivamente están un poco más locardas que yo.Y charlé mucho con Fogg, de lo pequeño, de lo certero, de lo extraña y milagrosa que esta vida, día tras día.

Creo que no descubrí el misterio Aurelio, quizás te lo debo para otra vida si no reencarno en murciélago o en bambi. O quizás estuvo todo el tiempo ahí, en el continuado de imágenes de la vida chiquita, de la vida importante. Pero por las dudas Aurelio, por si alguna vez lees mi blog, bancame, quien dice 36 es el día más importante puede hacerlo extensivo a todo los 36 y así me das el changuí de un año para descubrirlo.

lunes, 5 de abril de 2010

Los Recreados


Los momentos graciosos de la vida merecen ser atesorados y narrados. Aunque no tenga el mismo efecto el vivir que el escribir o el leer –Borges me pondría carita de hummm, dejame pensarlo un poco- ahí va uno, como una bola tamaño mediana que hecho a rodar en el bowling.

El viernes pasado el día estaba horrible. Sí, pongan cara de tía avinagrada y piensen en la palabra horrible, horripilante: a mí me viene a la mente la caca de bebé floja, lo baboso de la babosa, las verrugas de la cara de la tía. Pero era viernes santo, es verdad, si una se detiene a pensarlo por varios minutos seguidos, tampoco esto ayudaba. Sin embargo, como laiquizamos las celebraciones religiosas, aunque sea de a ratos, cada feriado laiquizado merece ser vivido como un día “glorioso”, “sagrado”, “alado”. Termino con los ados porque ya están en sintonía.

Nos fuimos con la Chiru y la familia unida al Tigre. Sí, tenemos en el fondo de nuestro corazón cool, algo de los campanelli. No nos importaron los gotones que impactaban en el vidrio delantero, ni si el gps nos perdía más que guiaba ni que las niñas insistieran con un “¿cuánto falta? cada siete minutos”. El mundo tigrense nos esperaba y el mundo tigrense no te defrauda casi nunca, lo escribe una hincha desde la cuna del “matador de victoria”. Al margen. No les relato toda la jornada porque me voy a delirar y sólo quiero compartir uno de nuestros deslices.

Aunque parte de mi niñez estuvo enclavada en el puerto de frutos, debo confesar que el puerto de frutos no es lo que era. Joder, ahora hay adoquín, negocios armados como negocios, un carrousel con caballitos que suben y bajan, un cajero automático y hay marketing: logotipos, isotipos, y varios tipos con camisas del “puerto de frutos”. Increíble, yo iba los domingos a la siesta y la máxima diversión era una barcaza encallada y la manzanita con pochoclos. Entonces, paseamos, comimos, nos perdimos, volvimos cual día de la marmota una y otra vez a alguna puerta que nos daba acceso al lindo puerto de frutos y volvíamos a salir hasta que enfilamos por una calle que nos condujo directo hasta el río. Y el río nos llevó a la lancha colectivo. Y la lancha colectivo al recreo.

Creo que nunca había ido a un recreo. Mi tío Renato solía hablar mucho de los recreos, del Tigre y los recreos. Para mí, los recreos eran una especie de recuerdo del peronismo del cuarenta y cinco, cuando existían las playitas como el Ancla en Acassuso con bañero y todo y los recreos en el Tigre. Entonces, con menos recreo que un nerd, aparecimos los campanelli cool en el recreo isleño.

Las niñas capitalinas salieron eyectadas de la lancha colectivo –que para ellas era casi igual a un yate o a un cohote de la nasa- hacia la plaza. Por qué dónde se recrean las niñas capitalinas? en la plaza. Y nosotras eyectadas con consortes detrás de las niñas capitalinas. Hasta que casi al pasar vimos de reojo un cartel que decía “Boletería”. Como no somos corleone sino campanelli, el consorte se dirigió respetuosamente y atento a toda normativa al sector “Boletería”. Eran casi cuatro y media de un día horrible, nubladón, fresco, otoñal y el señor “boletería” era un verdadero josé bravucón. José Bravucón alertó ofuscado al señor consorte que cómo pasamos sin pagar la entrada; señor consorte dijo bueno bueno, ya pagamos. Se acercó el segundo consorte al ver escenita en sector “Boletería” y escuchó a José Bravucón modular epítetos y hacer gestitos de señor enojado. Señor consorte sacó billetera y dijo bueno, bueno, te pagamos las entradas. Y yo vi barullo, vi las manos de José Bravucón moverse para arriba y para abajo como dibujito animado de los 60 y me acerqué de chusma. José Bravucón me cagó a pedos a mí también, por chusma, por madre chusma y por consorte y me dijo, tienen que pagar veinte pesos por persona.


A ver José Bravucón, a ver, nosotros sólo compramos pasaje de lancha colectivo para venir a un bolichito y tomar un café en día otoñal. Veinte pesos en día gris-brumoso a las 16:30 hs de la tarde en recreo desértico. No José, no me estafes. A José Bravucón le dio bronca, se le infló la vena derecha y dijo, bueno bueno ... diez pesos pero como yo que soy medio sorda pero no muda seguí explicándole a José de nuestras buenas intenciones, que yo quería cafecito –porque en realidad nadie salvo yo quería cafecito- en parador isleño. Claro, yo pensaba que el tigre era un parador de gesell al que vos vas, tomás algo, las niñas juegan, mirás el horizonte pero no, no, tigre es recreo, recreo es entrada. No mediaron más palabras, José Bravucón dejó de hablarme y con gestos de ira se retiró hacia atrás, me dejó modulando sola y con sus propios gestos me indicó que ya lo habría hartado, que no le pagara nada y que me garuara finito. Te tomo el gesto, me dije.

El recreo estuvo buenísimo. Post plazoleta encontramos una playita con arena limpia y finita, preciosa, no era gesell ni venecia, pero sí era el tigre, el tigre lindo de la infancia y las niñas corretearon, se mojaron la ropa en la orilla como corresponde, tomamos maté y comimos galletitas, porque ni siquiera le consumimos nunca el café a José y fuimos muy felices. Y como esperábamos y esperábamos la lancha colectivo que nunca venía, nos tomamos la lancha privada del recreo de José, que nos condujo de onda al tigre capitalino que nos esperaba con un cielo que empezaba a abrirse. Así que José, gracias José, todo muy lindo y uno de estos días te caemos de nuevo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Tres pajaritos



Hora cero. El sol estaba justo donde debía estar. La brisa acompañaba. Los mosquitos, la humedad y el dengue habían huido a tierras remotas. Y el calentamiento global? ni idea...

El colectivo no había sido un swatch suizo pero tampoco me había perjudicado demasiado. Y Morrissey sonaba sin tiempos ni espacios en mis oídos.

Hora uno: Llego lentamente, acomodo mis petates. Casi no tengo alergia y hay una medialuna sobre mi escritorio. Los astros se alinearon y los pronósticos de Ludovica empiezan a tener sentido: este es mi año definitivamente. Me acordé de quemar papeleta con mis deseos el 6 de enero, le compré una vela aromática a la hippie del barrio, cuando me puse ansiosa conté hasta 16, apliqué el antivirus cada vez que la notebook me lo pidió, cedí el asiento en transporte público como en cuatro ocasiones. Estoy casi en paz con el cosmos.

Hora dos: el almuerzo promete. El almuerzo es pilas. Otros me resolvieron el almuerzo. Ventaja importante.Yo sólo me siento, espero, miro, selecciono y engullo. No hay clima de debate como todos los días pero digamos que a veces pasa. Si los sistemas informáticos son amigables, cómo no vamos a intentarlo nosotras que derrochamos buen humor, algarabía, optimismo y cotorrerío. El pueblo quiere estar con nosotras y nosotras queremos estar en el balcón y usar el pin de santaevita.

Hora tres: Empiezo a estar jodida. Como decía el general: la verdad es la única realidad y esta realidad, ma-mu-cha. Se me cortó el almuerzo y eso no está bien. El trabajo me llamó. El trabajo me jodió cual agilucha guerrera desde la cima del aconcagua. La pelea verdadera empieza y me estoy comiendo más manos que Rocky con 55 pirulos en Balboa.

Hora cinco: Hace tres horas que sólo me comunico con una pantalla. Una pantallita ingrata que sólo me devuelve errores, que se cuelga, como si los sistemas pudieran darse ese privilegio de irse al caribe y asolearse mientras nosotros ejercitamos nuestra paciencia. Me reclaman un papel, papel que entregué cual dócil burócrata hace días. El sol que entra por la ventana ya dejó de ser un dato. El sistema me hace bajar, subir como profe de gimnasia veintiañera en clase de step. Y siempre me devuelven la misma frustración. Los dedos están ágiles pero estoy contra reloj, no llego che, no les llego.

Hora siete: los lentes de contacto parecen el vidrio de una botella barata. Como dice mi mamá, las oficinas tendrán mucho aire acondicionado m´hijita pero la ventilación. Necesito oxígeno.

Parezco Lucía González en los peores días de Lucía González. Y no es hormonal, no-no, no es interno pachamama, es externo, es el mundo contra mí. Si estuvieran llamando a casting para Día de Furia le robo el papel al anteojudo Douglas sin demasiados preámbulos. Vení Maquidonalds a decirme que el desayuno es hasta las once. Vení, vení Ronaldcito.

Hora siete y media: Le gané a la máquina, al sistema, al tedio, al osito teddy, a los papeluchos, a los chuchos. En realidad creo que perdí por goleada pero llegué al último round como veterana digna. Apagué la maquinola loca, sentí nostalgia por los ludditas, total solidaridad por Gregory House y Simon Cowell y me fui silbando bajito.

Bien. Si pueden tolerar los saltos espacio-temporales de Lost, bánquense ésta, porque si dejo acá definitivamente soy una ingrata.

Hora tres: mi amiga Chiru me divierte con un mensaje jocoso y responde a mi SOS cibernético con un nuevo mensaje jocoso en hora cinco –parezco una mamografía.

Hora cinco: mientras transpiro cual camello de mago real, Celita me trae un cortadito en la tacita más topetitud que exista en todo el conurbano. Después otra sobreviviente del Apocalipsis oficinístico –Rominita- me trae dos mates, mientras se encarga cual patovica de boliche de que nadie se filtre en mi habitáculo y me moleste.

Hora seis: De-ses-pe-ran-za. No voy ni para allá ni para acá, como los zapatos de bob patiño. Entonces llega Clis, me saca de la pantallita con corre-correte (podría ser título de cumbia de malagata) y me convida tres habanitos de chocolate que trae disimulados en servilletas para distraer a la gilada.

Rominita, a pesar de odiar a bobby nesta marley pone bob marley tratando de darme un electrochoc emotivo y conducirme a mis catorce años. Como ve que no reacciono mucho, aplica reggaeton hitero y cruza dedos.

Hora siete y media: Mi jefe me mira por cinco segundos seguidos. Reivindica mi hazaña con la pantalla. Se va. Todos se van, menos la gordis que espera desde balconcito, le pone la mejor onda y me tira besos.

Todo no se puede.
Todo no, pero algunos hoy pudieron mucho conmigo.
Namaste amigos.
Y desde mi hora once: tres pajaritos de bobby marley, tres habanitos de chocolate y mucha revancha en el fin de semana.

martes, 23 de marzo de 2010

Nivel de maldad

Una de mis pelis favoritas es Lilo & Stitch. Más allá de que el personaje de Lilo me parezca increíble por su sentido del humor lisérgico –va cabeza a cabeza con el bob esponja- y su capacidad para meterse en 18 líos al mismo tiempo, hay un detalle del que me gustaría hablar hoy: el nivel de maldad. En su rol de madre-educadora-hermanamayor-cómplice de Sticht, Lilo dibuja al engendrito y cada vez que Stitch la pifia, ella le colorea su dibujo con rojo, porque el rojo indica que crece su nivel de maldad. Pero ¿qué significa el nivel de maldad? Me explayo como playa lisita.

Una amiga hoy me contó de un ejercicio de terapia grupal que hicieron en su trabajo. La consigna del profesional era que había que poner en un papel las tres virtudes que una creía tener. Mi amiga, como digna amiga, además de poner que es simpatiquísima y eficiente, en el número tres del ranking puso: “me hincho las pelotas”, palabras más, palabras menos como decían los señores Rodríguez. Lo que para la comunidad terapéutica fue una sorpresa, un alboroto que habilitó el corrillo y el rumor bajito, para ella fue un acto de lucidez. Porque una a veces tiene que hincharse, si ustedes prefieren chicas, hincharse los ovarios. Pero el punto es que una, a veces tiene que decir hasta aquí llegué amigos, that´s all folks como decía el conejo buggs.

Y acompaño este gesto de rebeldía cuasi groserita y voy por más, reivindico mi titulación de chuky. Sísí, un compañero en viaje laboral me rebautizó “la chuky” por la novia feucha del muñeco feucho y malísimo de peli bizarra de terror. ¿Qué cómo me gané tan digno apodo? Lo conseguí al bautizar a mi compañero como “el piraña”, porque al tipo no había desayuno continental, colación laboral, almuerzo en chino que le aguantara. Hay gente que nació para ser comensal de tenedor libre y este hombre era un exponente digno. El piraña no podía creer que yo no le dejara pasar una, convengamos que cuando una viaja a un país que tiene un idioma que uno no maneja, esas veces en las que una se tienta se convierten en una cada cinco minutos. Pero al margen, retomemos el punto en el horizonte marítimo: el nivel de maldad.

Yo creo que hay que ser buena gente. Es mejor si una es bue-na-za. Que hay personas que son un embole: la gente estilo dementor que te saca toda la energía, la gente estilo Antoine Ego que vive criticando al resto del mundo como si ellos estuvieran parados en el Apolo 11, la gente que siempre-siempre está malhumorada a la mañana y le da lo mismo saludarte o ignorarte, la gente que te mira con desdén el colorido esmalte de uñas con el que una se quiere autolevantar el ánimo, y tal y tal. Y una tiene que tratar de no tener ese nivel de maldad.

Ahorita jóvenes y señoras –me siento Petrona C. de Gandulfo-, que una posea un sentido del humor finísimo no rankea en el nivel de maldad, a excepción de que una no se sepa reír de una misma. Porque m´hijita, si el mundo es tan gracioso -como decía la señorita Elba cuando te miraba fijo y te preguntaba: dequétereís/quéestan gracioso/vamos/compartilocontodas- enterate que vos formás parte de ese mundo y también sos materia prima digna de chiste.
Tampoco es malito que una sepa poner límites, que una decida, que una diga: eto, sí/ eto, no, que una se sienta mal a veces o se ponga triste.

Pero creo que, comunidad bloggera, de tanto en tanto, tenemos que hacer nuestro dibujito y pintar nuestro nivel de bondad y nuestro nivel de maldad. Porque al fin de cuentas, quremos ser brujas, pero de las buenas.

viernes, 19 de marzo de 2010

Vangelis, los wawanco y gloriagaynor, tomá.

Rominita me está tirando abajo el viernes en módicas cuotas. Sísí. El día empezó regularcillo, me levanté al alba para seguir corrigiendo pero llegué a terminar con tamaña labor en el transporte público mientras nos adentrábamos en el conurbano profundo. Y aunque suene exagerado–algo que como se habrán dado cuenta caracteriza a mi condición- cuando corregí el examen número 123 me sentí Harold Abrahams en Carrozas de Fuego con Vangelis sonando y todo.

Llegué y me topé con grato clima festivo. El viernes siempre arranca bien si te esperan con unas facturas y mate, porque aunque estés inapetente y tengas un ataque al hígado crónico, eso ya te ubica en el fin de semana. El clima festivo se mantuvo porque hoy festejábamos un natalicio así que me dije en voz baja, seguimos en carrera como Harold.

Relojeo mails y mi amiga Chiru, fuente inagotable del anecdotario popular me comparte una joya matinal –piénsenlo cual video clip de Pasión Tropical se los pido: ella en su rectángulo de 3 m x 2m aprox. Trabajando, muy hacendosa y pilas. El compañero de rectángulo decide enfrentar el madrugón con la radio y en la AM deciden a su vez hacerlo con los legítimos y únicos WA-WAN-CO. Es viernes, Chiru se cree Gladys la bomba tucumana en pleno éxito del año 92, se para y le dedica a la comunidad trabajadora y madrugadora el famoso pasito cumbiero. Pasito para acá, pasito para allá... Hasta ahí hasta podemos ver el clip con colores fluo y el clásico potus de decorado tobara. La Chiru mira al cielo y va por la gloria cuando se topa con la mirada de dos señores pintores que, desde la parte vidriada del techo del rectángulo, estaban a punto de caerse de la escalera por un ataque de risa. A quién no le pasó alguna vez??? Un: qué lindo que cantás eh y vos te acordás de que cuando te bañaste cantaste cual gloria gaynor pero sin talento I will survive mientras pensabas que estabas en karaoke, tenías talento y se lo dedicabas a tu ex, vamossss...
El día ya pasó de ser promesa a ser directamente un viernes glorioso. Así que Rominita no podés contaminar mis oídos, que ya pasaron imaginariamente por vangelis, los wawanco y gloriagaynor, con un sin fin de tracks romántico-melosos y feúchos. Axel –amo lo que veo y lo que ocultas -por favor-, un dúo anónimo y piedra, te faltó Dyango en tu musiquero. Como dice la señora: así no!!! Vamos que la semana pasada me habías levantado el viernes con un reggaeton bonito. Así no Rominita ... pongámosle vida, ritmo, color, que nuestro viernes ya es casi un sábado y tengo que alcanzar el oro como Harold Abrahams.

viernes, 12 de marzo de 2010

Hoy no estoy para peros.

Señores y señoritas, hoy no estoy para peros.

No estoy para miraditas raras, para gestos cruzados. Madrugué, ya todo un despropósito. Tuve que tomar exámenes y en general, ese costado de la práctica docente no me convence demasiado. Tal vez, porque evaluar a alguien tiene sus bemoles; quizás, porque en general una encuentra repiqueteo de dogmas, repetición de obviedad, escrituras apuradas.

En fin. Estoy resfriada como cada salida del verano y comienzo del otoño. Y estoy en ese punto clave en el que el resfrío se dispersa por el cuerpo y el cuerpo empieza a registrar con claridad sus fronteras.

Discutí con un uniformado que no quería entrar en razones. Que frente a mi forzosa amabilidad y mi voz suave –muy suave y muy a propósito- me respondió con un: a vos te falto el respeto.

Y a mi jefe no le gusta mi ringtone de Miranda, me dice que ya no estoy para esas cosas, que lo aturde, que me hacía alguien de mejor paladar estético. Y yo mientras lo escucho solo pienso en Flanders.

Tengo veintitrés expedientes que me miran desafiantes, me tomé exactamente siete cafecitos, la mayoría cortados, otros negros y amargos.

El viernes venía siendo en definitivas un garrón hasta que se conjugaron dos cosas: Rominita puso reggaeton, no sé porque pero puedo asegurar que el sonido del reggaeton más de moda, más pegadiso, más fiestero empezó a salir de su PC. Déjame entrar, a tu vida y a tu corazón, que yo solo quiero darte amor, déjame entraaaaar. Es verdad, puede ser que en el templo del saber, un Makano te desentone, pero ese sonidito bizarro me devolvió algo que creía perdido y empecé a susurrarlo cual mantra oriental.

Entonces sonó el teléfono. Y no reconocí la voz y hasta debo decir que me confundió esa familiaridad del otro lado del teléfono. Mi amigo Tell. Como siempre tuvimos esas conversaciones en las que queremos ponernos serios y hablar de trabajo y terminamos delirando a lo bobo y como bobos. Y mientras nos dispersábamos en esos laberintos jocosos, Tell me volvió a recriminar que no participaba de su taller literario. Y como hoy no tengo filtros porque el día me condujo exactamente hasta este punto de impunidad y honestidad brutal, yo le retruqué que su taller literario era un grupo de pami y que yo con los viejos me aburro. Y sabiamente Tell me respondió que sus viejos eran efectivamente viejos, pero eran los viejos de Cocoon. Touché.

Así que con el déjame entrar de fondo y la imagen de viejos cocooneros bailando reggaeteon definitivamente mi viernes empestado repuntó. Puedo decir que el fin de semana la rompo, sin peros, la rompo chiquis.

jueves, 11 de marzo de 2010

Mi reina Agusita

Tengo una reina y se llama Agusita. Las demás no se ofendan. Kika, vos sos y serás la princesa mayor de esta galaxia, el infinito y más allá. Pero hoy quiero hablar de la reina Agusa.

La verdad es que pasaron años antes de que se convirtiera en mi reina. Pasaron varias cosas: Agusita era una auténtica polleruda, nunca vi criatura más adosada a la falda de su madre. Agusita era desconfiada, desde ese lugar de upa eterno miraba al mundo y a mi escaso metro cincuenta y pico con una seguridad y una desconfianza arrolladoras. Cuando bajó del upa y adquirió confianza motora, con su hermano macana se convirtió en la pesadilla de los comercios, reuniones familiares y afines. Era una tipa frontal, varonera, díscola, era prácticamente el conejito de duracell con pilas nuevas pero en una versión destructora. Y digamos que esta indiferencia mutua siguió hasta un día preciso en el que Agusita encontró su voz, una voz ronca, dulce, atrevida. Debo confesar que recién entonces le presté atención porque esa voz ronca en algún lugar me conmovió.

Debo confesar que fue Agusita la que se acercó a mí, y no yo a ella. Fue como si estuviéramos jugando en la salita del jardín y de repente una nena, a la que todos los días ves, pega onda con vos y jugás toda la tarde. Yo por esos días era todo lo contrario a una nena, era una adulta en un cuerpo joven que creía que podía transformar a mi familia, al mundo, y a las grandes verdades universales también. Yo era una especie de Lisa Simpson grandilocuente y enérgica y presumo que ella no entendía demasiado ni mi discurso, ni mis ausencias, ni el sentido de mi fumar permanente, pero como Agusita ya era reina y era una reina sabia, se acercó a mí.

Y a partir de ese minuto en el que conectamos, ella se volvió un ser incondicional. Debo decir que no es mérito mío sino una virtud de la reina. Ella está ahí, sin prejuicios y de esto pueden dar fe su millón de amigos. Porque la reina Agusita tiene un reino más grande que el mismísimo Roberto Carlos en la cresta de la ola setentista. Agusita, con su cara de dormida de domingo al mediodía está, está ahí, con el pijama, con su abrazo de osa mayor. Y te mira y nunca-nunca te juzga. Porque desde esa mirada fiacosa, la tipa detecta lo mejor de una.

Mi querida niña apasionada: pocas veces alguien me dijo que me quería tantas veces y tanto. Debe ser por eso, porque te creo profundamente y te adoro tanto, que sos mi reinita.

lunes, 1 de marzo de 2010

PILA-PILATES


Uno puede pensar que el mundillo de pilates es sinónimo de veterana entusiasta, joggineta reebok auténtica, tratamiento facial prolongado + reflexología y shiatzu a granel … pero no, no todo lo que brilla es oro, como decía mi profesora de escuela inglesa hazel mientras me clavaba los ojos durante 17 segundos seguidos. El mundo del pilates también tiene su costado popular y yo claramente pertenezco a él.

El mundo PILA-PILATES no tiene desperdicios. Primero porque me saca de mi letargo de larva urbana y hace que me mueva levemente al menos una vez por semana. Para alguien que tiene menos elongación que una tortuga, el desafío es importante. Cuando ves que una veterana que casi te dobla en edad se contorsiona sin mayores dificultades, te convertís en Balboa en Rocky IV, mirás a la veterana como si fuera el rusito y te lo tomás como algo personal: si la mayorcita puede, yo voy por el cinturón de los pesos pesados.

El temita es que además de hacerme conocer a mí misma –suena muy nacha, lo sé- porque de repente descubrís que existen músculos que ni te imaginabas en el cuerpo humano, el mundo de mi pila-pilates es lo más. La paso bien en pila-pilates y téngase en cuenta que es una actividad que intento practicar el sábado por la matina.

Los personajes de este mundo tan genial: la propietaria de pila-pilates / la profe grosa / miamigachiru / la gran compañera locuaz / su servidora.

La propietaria de PILA-PILATES: es lo más, es una actriz de hollywood a la que nunca le dieron una oportunidad. Es capaz de venderte un oso polar en pleno verano caribeño. Combina la venta y distribución de ropa interior con mermeladas, sahumerios y masajitos. Se hace querer tanto que con lachiru tenemos ganas de estamparnos remeras con su porte para reivindicar tamaña actitud. Propietaria sabelo: te bancamos a morir.

Demás está decir que la presencia de mi amigachiru le pone un condimento adicional. Parecemos Beavis and Butt-Head, dos chiquitos de trece años que están descubriendo que pueden ratearse para ir a los fichines. No tenemos desperdicio, todo nos causa alguna gracia particular: la musicalización de la clase, las maripositas que están en el techo, si nos despeinamos, si nos perdemos, si seguimos la consigna y nos concentramos. Todo todo todo.

La profe tiene como 14 años menos que nosotras y aunque nos adora, nos padece. La chica que estudio danzas clásicas, contemporáneas, medievales y antiguas le dedica su sábado por la matina a entrenar larvas. Oscila entre convertirse en preceptora de correccional de menores y el reírse a carcajadas. En general siempre opta por lo segundo, aunque cuando nos ponemos pesaditas nos da para tengamos y la recordemos por el resto de la semana.

La gran compañera locuaz es la frutillita del postre. La descubrí hace un año, coincidimos y la verdad quiero decírtelo gran compañera locuaz: “no nos abandones nunca”, ya pasé por la experiencia de pilatear con señoras mayores, puedo recitar de corrido más de veinte lesiones que puede tener el cuerpo humano a los 55 pero me niego a reincidir. La gran compañera locuaz tiene la capacidad de hablar y hacer abdominales. Le pone onda, mucha onda. Y ojo que las charlas son sustantivas, va enriqueciendo el trajín con anécdotas jugosas, chistes, efemérides y hasta es capaz de descubrir el autor de un tema de los 80 antes que yo. Merece mi respeto y reconocimiento como todo el zoo pilates.

Quiero que sepan chicas que, aunque este sábado en particular les voy a fallar porque me voy a la playa a larvear, las recuerdo, las llevo muy adentro como a un lento de depeche mode y cuídenme la camilla, si es necesario tacleen a la mayorcita que me va a suplantar para que no se acostumbre: el camilla altita me la reservan. Que ya prontito vuelvo y seremos millones. Las quiero.

miércoles, 24 de febrero de 2010

tenía que escribir sobre venezia


Tenía que escribir sobre Venezia por varios motivos. Viajé a Venezia dos veces por motivos totalmente distintos. La primera vez fui con mi mochilita a cuestas. Pleno invierno. Todo me fascinó, me quedé apenas una tarde pero juré solemnemente volver y pasar al menos, una noche. Me comprometí a todo lo que una se puede comprometer en Venezia: a llegar del brazo del amor de mi vida, bañadita y con mi mejor vestido –en ese entonces portaba unos jeans agujereados bastante impresentables- a comprar una máscara medieval, a entonar una opereta en la sanmarco y hasta a aprender nadar –por si hacía falta.

Volví más de una década después. No hacía frío, creo que incluso llegué en uno de los días más calurosos de Venezia. Por suerte todo brillaba: la góndola, el gondoliere, las cámaras de los japoneses, las cúpulas de la sanmarco, el agua, la gaviota perdida. Me quedé seis días: cero romance, mi marido se quedó en la capital urbana tratando de sostener y recrear la cotidianeidad familiar lo mejor posible. Trabajé en Venezia. Cualquiera puede pensar que soy una top model, que fui a hacer fotos de la temporada venidera de bikinis. Pero nada más alejado. Fui a trabajar ... pero igual este no es eje de estas líneas. De lo que quiero hablar es de la vida en Venezia. Puedo, aunque me tilden de exagerada, decir que capté en algún momento fugaz, el corazón de Venezia.

Venezia es una ciudad mágica pero hostil. Los turistas literalmente rebalsan. Los venezianos mastican un dialecto de difícil digestión y realmente creo que desde el siglo XV perdieron cualquier intención de comunicarse con cualquier extranjero. Todo el tiempo te estás perdiendo. Hay escaleras que suben y bajan, puentes que se cruzan, se chocan, suben y bajan. Nunca sabés realmente si estás de este lado de la orilla, o del otro. Hay pocas mascotas, pocos niños, casi ninguna plaza. Cero teléfonos públicos. Mucha iglesia medieval con reliquia de santo o mártir desconocido.

Hasta acá, cualquiera notaría cierto malestar, pero mi tono francamente no es el de queja. Repito: Venezia es una ciudad mágica. Cuando llegamos a Venezia, mi compañera de viaje cantó dulcemente una canzoneta sobre santaluchia. Eso me emocionó porque me imaginé su niñez italiana y a la vez, porque me di cuenta de que nos estábamos transformando en “viajeras”. Una es viajera cuando empieza a ser un poco impune, por ejemplo cuando entona –como en mi caso, claro- una canzoneta sobre santaluchia con información nula sobre la santa y escasísima sobre el idioma en el que está escrita la canción. Cambié vestido por babucha, nunca aprendí a nadar, si un japonés por descuido me arrojaba al mar en una estación de vaporeto, como que no la contaba, las máscaras me daban pesadillas (believe it) y la opereta te la debo para cuando reabran el Colón.

Venezia es calurosa pero cuando se apaga el sol, aunque a las 3 de la tarde el termómetro haya superado 35º grados, el mar y su brisa gelata te llevan puesta. Crees que teniendo un mapa con calles y puntos turísticos claves sos gardelylepera, pero rápidamente te das cuenta de que estás más perdida que gnomo en el jardín de los senderos que se bifurcan. Venezia ubica de un sacudón a cualquier turista y sólo sobreviven a ella los viajeros. Cuando cae la noche, no hay mapa, no hay idioma común, no hay centro comercial, no hay taxis, no hay teléfonos, ni que hablar de "internete". Es entonces cuando, como en el truco: o pedís retruco, o te vas al mazo.
Por eso merece mi respeto. Porque no quiere hacerse la amiguita. Porque aunque te venda el espíritu del romanticismo medieval, el mar con su ir y venir constante y su leve rugido nocturno, te hacen notar que no tenés que bajar la guardia, porque básicamente, el mar siempre es mar y nosotros no somos precisamente marcopolo.
Venezia es mágica porque cuando te perdés entre callejuelas de escaso metro de ancho, de repente te sorprende una cueva donde comés los mejores spaghettis a la pomodoro de tu vida. Y cuando te seguís perdiendo, empezás a adquirir un instinto que te convierte en johnlocke. Y es en ese momento, justito justito, en el que empezás a sentir un orgullo que nunca te podrán despertar las urbes ni las metrópolis. Porque sin celular ni gps, sin televisión con cable, sin familia, solas en callejas finitas, mudas y solitarias, mi amiga viajera y yo descubrimos que habíamos descubierto el mejor camino para llegar de la sanmarco al rialto en el despertar de la madrugada. Y en ese trayecto, domamos puentes, saludamos a fantasmas y hasta cantamos en italiano.

viernes, 19 de febrero de 2010

miabuela

A veces el tono baja, porque quizás haya demasiado ruido, o porque la vida te sorprende con una inundación y vos, del otro lado. Será la lluvia, o el ambiente plomizo y gris. En este día, en estos días, extraño a mi abuela.
Miabuela es uno de los seres más maravillosos de todas las constelaciones. Siempre hablaré en presente, porque está tan cerquita que me da fiaca nombrarla en pasado. De hecho, más allá de este precioso ejemplar, el mundo del abuelaje es un mundo maravilloso. Creo incluso, que algunas personas pueden volverse mejores a partir de su incorporación a esta comuna. O simplemente, pueden transformarse en buena gente. Este no es el caso de miabuela, quien ya era bastante buena y que, a partir del abuelaje, a lo sumo ganó millas para conocer más rápido a Michael Landon en el cielo.

¿Por qué un abuelo o abuela se vuelve un ser trascendente? No se tata de que los abuelos promuevan caprichos o consientan con total discrecionalidad. En algunos casos, uno puede disfrutar de esa impunidad, de esos privilegios, pero ese no es el eje. Los abuelos te invitan a vivir en una especie de aleph, un punto imposible que cruza con precisión el pasado y el futuro. Los abuelos te sacan de la cotidianeidad, de la pesadez de la rutina, de las tareas, de la cara de la señorita, del temor del domingo por la noche, de los retos, de los te falta y te conducen a un lugar mágico. Miabuela era mágica porque en un instante podía reponer en mis oídos el buenos aires de 1930 y a la vez, hacía que cualquier mundo, cualquier futuro con ella fuera posible.

Creo firmemente que uno tiene que aprovechar todos los instantes posibles con los abuelos, que cuando ya no están, hay que atesorarlos con verdadera pasión. Que una tiene que tomar mucha sopa y crecer para ser abuela. Y cuando ese momento glorioso llegue, no escatimar tostadas con dulce, saquitos de lana, días de lluvia, castillos de arena, cuentos más extensos que las mil y una noches. Porque siempre siempre siempre, estén cultivando rabanitos desde abajo, o estén alumbrándonos desde arriba, habrá un nieto, una nieta, mil nietos que reirán a carcajadas en una noche de lluvia e inundación acordándose de su chiste más tonto, de su reto inverosímil y volverán a saborear para sus adentros la chocolatada perfecta en el perfecto vaso de kitty. Todo valió la pena.

lunes, 15 de febrero de 2010

madresjardineras

Miamigachiru lo pide y como que no me puedo resistir. Tira temas y yo, cual obrera de la construcción agarro pala, miro fijo a la mezcladora de cemento, me tomo mi horita de almuerzo y me pongo a laburar.
Debo confesar que no sé si estoy a la altura de las circunstancias, básicamente por falta de información. Nunca fui una madrejardinera tipo. Al contrario, soy de las culposas, de las que llevan a la nena al jardín siempre justito con el tiempo, acalorada, con gafas verdes -que las seños observan con cierta desconfianza y no hago demasiados comentarios. En realidad me pasan cosas, no sé bien a quién saludar y a quién no saludar. Primero porque soy miope y a veces me cuesta identificar rostros. Segundo, porque dudo como un emo, no me acuerdo de los nombres, me parece que todas las madres son básicamente la misma, se visten igual (calza o joggineta por el fresco), hablan igual (agazapadas en el pasillito, medio de cote y usan palabras como el nene, la nena, a mí no me hace esto, a mí lo otro) y ahí vamos: al rol de las madresjardineras.

Hay varios tipos:
Las “conozco a todos”: su destino siempre fue ser oreja, se saben el nombre y sobrenombre de la directora antes de la inscripción misma. Es más, manejan varios nombres de madresjardineras en la primera reunión, mientras una apenas puede recurrir al “mami” con el que nos llaman indefectiblemente las maestras a todas. Son un bajón, hacen que las reuniones de media horita, te duren hora y media. Hay algo que una no lo dice cuando debe por prudencia o cobardía pero que no lo podemos callar más: a nadie le importa que tu nene no deje el chupete, que haga caca floja o que no se quiera bañar.

Segundo tipo: “la madre/o padre potus”: es una madre o padre poco efusivo pero que está, siempre está. En general, no molesta en las reuniones pero vamos a ser francos, tampoco es muy colaborativa/o cuando las seños te tiran una consigna grupal al estilo: “hagan un dinosaurio de metro y medio y pónganle un nombre” ... y hay que remarla. En estos casos, el problema se localiza no en la institución educativa sino en los cumpleaños. Perdón pero debo abrir paréntesis: una cosa es que los niños tengan 2 añitos, anden en pañales, se hagan popo encima y extrañen a la mami. Está bien, digamos que tienen 3 años, ya no se hacen encima pero tienen pocas experiencias como niños cumpleañeros, pero cuando ya tienen cuatro o cinco, hay necesidad de que los padres se queden en los cumples cual estatua viviente en peatonal-día-domingo??? Se convierten en una familia paralela, una familia que una no conoce mucho pero que está ahí. Y una empieza a hacerse preguntas del estilo: al señor de jean por los hombros y a la señora de voz finita le gustarán las empanaditas de carne cortadas a cuchillo?

“La madre participativa”: la queremos, las quiero. Porque cuando la seño busca que alguien rompa el hielo, que pase y cante como rafaelacarrá con la peluca de stephanie, ellas alegres y vigorosas acceden y nos salvan a todas de atravesar ese momento. Son las que se ponen las pilas con los regalos en los cumples, con el día de la maestría, el día del ayudante de cocina y demás. No hay que confundir con las del tipo "conozco a todos" porque en este caso, el destacarse no es por exhibicionismo sino por militancia. Son las progresistas del jardín. Si tuvieran un boletín les pondría con mi letra caligráfica: “continúe así mami”.

“Grupo bajón”: no es nombre de grupo de cumbia sino una tipología sociológica. El grupo bajón te cuenta detalles de su vida gris sin que una lo pida. Una está ahí, en el pasillo con quince personas que se disputan por entrar primero a un monoambiente a sacar una foto de la niña vestida como damita antigua y ellas te hacen catarsis. Y una, apenas hace algunas muecas. Te tiran mala onda, son capaces de hablar mal de un niño de dos años que acaba de perder a su mascota. Si las “conozco a todos” irritan, estas directamente ofuscan. Hay que huirles como a la “lu` mala mesma”. Cuando combinan cierta dosis de las dos, directamente son letales.

En fin, seguramente hay más variedad pero como yo estoy en el grupete “las mamis larva” que de a ratos quieren ser participativas, no me puedo explayar mucho más. Si tenés 27 años y acabás de leer esta esquela y decís: “qué bueno haber pasado el 14 de febrero leyendo un libro en el jardín japonés y tener como mascota a un gato siamés” a ver… está bien, pero esta fauna tiene su encanto, o por lo menos ciertas especies de este ecosistema. Porque entre tanta diversidad, una encuentra a la “madremalabarista” que pide salir del trabajo a las 15:18 para llegar a la reunión de las 16:23, al padre “no se bien de qué se trata pero le pongo la mejor” y una encuentra vidas complejas, difíciles, alegres, luchadoras, esperanzadas y como dice mi sabia amiga chiru, a quién conocí en la adaptación de salita de dos aunque somos dos inadaptadas: “y nos vamos conformando con lo que tenemos”.

jueves, 11 de febrero de 2010

mi amigachiru

Mi amigachiru no tiene blog. Pero yo creo firmemente, como el yogurt firme, que merece sus 5 minutos en el estrellato bloggero. Básicamente porque nos merecemos esos cinco minutos después del cafecito o antes del mate laboral para leer sus hazañas. Así que sin más preámbulos y con autorización ante escribana de la susodicha, copio un fragmento de su mail mañanero. Que lo disfruten.


Regresaba de mi trabajo por defensa y chile, agobiante día, la ciudad un horno que marcaba ST 39º, transpirando el bozo a mas no poder,
cuando veo a dos mujeronas, de 1.76 m c/u aprox. CON BOTAS, JEAN, CAMPERA, BUFANDA TEJIDA, y noto que en la campera tenían de esos ganchos manitos” como para hacerlas mas ceñiditas. Aceleré el paso con espanto, para poder pasarlas, y verles la cara de desubicadas como chorizo en ensalada de fruta.
Pensé estas le pifiaron al hemisferio… Cuando veo que las venía siguiendo un hombre con cámara en mano, sisi, producción OTOÑO INVIERNO”, pero dejate de joder. Pedazó de misógino! no les podes hacer eso, las paraba al sol y les pedía poses, el makillage de las jovenzuelas, a esa altura, era THE MASK, pegajoso se veía, el asunto..
ASÍ QUE NORMITA, PENSÉ EN MI AIRE ACONDICIONADO, MI TRABAJO TRANQUILINO FRENTE A LA COMPU, y me dije, no está tan mal, medir 1.60 y tener el Kulo ancho en esta vida.
Y nos vamos conformando con lo que tenemos…