Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



lunes, 5 de abril de 2010

Los Recreados


Los momentos graciosos de la vida merecen ser atesorados y narrados. Aunque no tenga el mismo efecto el vivir que el escribir o el leer –Borges me pondría carita de hummm, dejame pensarlo un poco- ahí va uno, como una bola tamaño mediana que hecho a rodar en el bowling.

El viernes pasado el día estaba horrible. Sí, pongan cara de tía avinagrada y piensen en la palabra horrible, horripilante: a mí me viene a la mente la caca de bebé floja, lo baboso de la babosa, las verrugas de la cara de la tía. Pero era viernes santo, es verdad, si una se detiene a pensarlo por varios minutos seguidos, tampoco esto ayudaba. Sin embargo, como laiquizamos las celebraciones religiosas, aunque sea de a ratos, cada feriado laiquizado merece ser vivido como un día “glorioso”, “sagrado”, “alado”. Termino con los ados porque ya están en sintonía.

Nos fuimos con la Chiru y la familia unida al Tigre. Sí, tenemos en el fondo de nuestro corazón cool, algo de los campanelli. No nos importaron los gotones que impactaban en el vidrio delantero, ni si el gps nos perdía más que guiaba ni que las niñas insistieran con un “¿cuánto falta? cada siete minutos”. El mundo tigrense nos esperaba y el mundo tigrense no te defrauda casi nunca, lo escribe una hincha desde la cuna del “matador de victoria”. Al margen. No les relato toda la jornada porque me voy a delirar y sólo quiero compartir uno de nuestros deslices.

Aunque parte de mi niñez estuvo enclavada en el puerto de frutos, debo confesar que el puerto de frutos no es lo que era. Joder, ahora hay adoquín, negocios armados como negocios, un carrousel con caballitos que suben y bajan, un cajero automático y hay marketing: logotipos, isotipos, y varios tipos con camisas del “puerto de frutos”. Increíble, yo iba los domingos a la siesta y la máxima diversión era una barcaza encallada y la manzanita con pochoclos. Entonces, paseamos, comimos, nos perdimos, volvimos cual día de la marmota una y otra vez a alguna puerta que nos daba acceso al lindo puerto de frutos y volvíamos a salir hasta que enfilamos por una calle que nos condujo directo hasta el río. Y el río nos llevó a la lancha colectivo. Y la lancha colectivo al recreo.

Creo que nunca había ido a un recreo. Mi tío Renato solía hablar mucho de los recreos, del Tigre y los recreos. Para mí, los recreos eran una especie de recuerdo del peronismo del cuarenta y cinco, cuando existían las playitas como el Ancla en Acassuso con bañero y todo y los recreos en el Tigre. Entonces, con menos recreo que un nerd, aparecimos los campanelli cool en el recreo isleño.

Las niñas capitalinas salieron eyectadas de la lancha colectivo –que para ellas era casi igual a un yate o a un cohote de la nasa- hacia la plaza. Por qué dónde se recrean las niñas capitalinas? en la plaza. Y nosotras eyectadas con consortes detrás de las niñas capitalinas. Hasta que casi al pasar vimos de reojo un cartel que decía “Boletería”. Como no somos corleone sino campanelli, el consorte se dirigió respetuosamente y atento a toda normativa al sector “Boletería”. Eran casi cuatro y media de un día horrible, nubladón, fresco, otoñal y el señor “boletería” era un verdadero josé bravucón. José Bravucón alertó ofuscado al señor consorte que cómo pasamos sin pagar la entrada; señor consorte dijo bueno bueno, ya pagamos. Se acercó el segundo consorte al ver escenita en sector “Boletería” y escuchó a José Bravucón modular epítetos y hacer gestitos de señor enojado. Señor consorte sacó billetera y dijo bueno, bueno, te pagamos las entradas. Y yo vi barullo, vi las manos de José Bravucón moverse para arriba y para abajo como dibujito animado de los 60 y me acerqué de chusma. José Bravucón me cagó a pedos a mí también, por chusma, por madre chusma y por consorte y me dijo, tienen que pagar veinte pesos por persona.


A ver José Bravucón, a ver, nosotros sólo compramos pasaje de lancha colectivo para venir a un bolichito y tomar un café en día otoñal. Veinte pesos en día gris-brumoso a las 16:30 hs de la tarde en recreo desértico. No José, no me estafes. A José Bravucón le dio bronca, se le infló la vena derecha y dijo, bueno bueno ... diez pesos pero como yo que soy medio sorda pero no muda seguí explicándole a José de nuestras buenas intenciones, que yo quería cafecito –porque en realidad nadie salvo yo quería cafecito- en parador isleño. Claro, yo pensaba que el tigre era un parador de gesell al que vos vas, tomás algo, las niñas juegan, mirás el horizonte pero no, no, tigre es recreo, recreo es entrada. No mediaron más palabras, José Bravucón dejó de hablarme y con gestos de ira se retiró hacia atrás, me dejó modulando sola y con sus propios gestos me indicó que ya lo habría hartado, que no le pagara nada y que me garuara finito. Te tomo el gesto, me dije.

El recreo estuvo buenísimo. Post plazoleta encontramos una playita con arena limpia y finita, preciosa, no era gesell ni venecia, pero sí era el tigre, el tigre lindo de la infancia y las niñas corretearon, se mojaron la ropa en la orilla como corresponde, tomamos maté y comimos galletitas, porque ni siquiera le consumimos nunca el café a José y fuimos muy felices. Y como esperábamos y esperábamos la lancha colectivo que nunca venía, nos tomamos la lancha privada del recreo de José, que nos condujo de onda al tigre capitalino que nos esperaba con un cielo que empezaba a abrirse. Así que José, gracias José, todo muy lindo y uno de estos días te caemos de nuevo.

2 comentarios:

  1. De esos momentos felices no hay que olvidarse nunca y sí, atesorarlos y compartirlos en este blog porque te hace feliz, porque sí.
    Un hermoso día a pesar del tiempo verdad? me alegro mucho entonces.

    Beso!

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  2. que querés que te diga, después te voy al bafici amiga cool, pero que lindo es pasear en la lancha colectivo con toda la flia. y si de fondo suena sandro, muchisimo mejor. La próxima vamos con los chorizos al ritmo de los Wawancó y llevo mas efectivo, eso si, porque por mas agreste y rústico que sea todo, siempre te vacunan, y esos ñoquis no lo valian! y sin débito, así no! PERO QUE LINDO LA PASAMOS!! y como me salvé del reto del Sr. Recreito, menos mal, porque si me retan YYoro, no lo puedo evitar

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