Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



sábado, 15 de agosto de 2009

Viaje

Todos deberíamos viajar, yo debería hacerlo más seguido. Sin embargo, todo viaje implica algo novedoso y eso me genera incertidumbre.
Necesito viajar, necesito poder correrme un poco de la línea de montaje, porque estoy así, así de cerca de cometer una brutalidad. De cantarle a varios un par de "mis verdades".
Y estoy también así así de cerca de quebrarme y de ponerme a llorar.
Estoy harta de los hijos de puta, estoy harta de que no recuerden los buenos modales, que alguna vez su mamá los arrulló, que quizás también en otra ocasión se subieron a una calesita y fueron felices. Estoy cansada de las acciones miserables, de estar a la defensiva, de poner mi mejor cara y sonrisa aunque los otros se caguen en mí en los futuros cinco minutos.
Y aunque no quiero, me olvido porque no poseo el don del rencor.
Necesito viajar porque también quiero saber qué es lo que me pasa a mí, adentrito, en ese lugar en el que no cambio demasiado aunque pasen los años. Necesito extrañar a algunos, volver a escucharme, porque últimamente no puedo demasiado.
El viaje da miedo, porque una nunca sabe si se vuelve. Porque quizás como el Che, una se topa con la revolución a la vuelta de la esquina y decide que quizás necesiten a una enfermera.
Pero lo importante del viaje no sé si son los antes, los después, sino el mientras, el baile, el presente, la transformación.

domingo, 12 de julio de 2009

bla bla bla

a veces toca la soledad. esa profunda, la que no podemos sacárnosla ni aunque abramos y cerremos los ojos muchas veces. y el sentido de la soledad en principio es el sin sentido. no lo entendemos, no lo queremos, nos abruma. de repente todo aquello que nos resultaba cotidiano, cambió.
y nos quedamos mirando fijo la pared de la cocina por unos segundos que se transforman en un minuto, dos. y empezamos a escuchar finamente los movimientos del ascensor, por si vuelve. y vamos al baño, agarramos cosas, cambiamos la tele, volvemos a la inútil casilla de su celular.
Y la nada misma se presenta, se encarna y nos desafía. Porque la nada existe y nos atraviesa.
lo único que pareciera quedarse cerca es nuestra voz. ahí descubrimos algo, que cuando la soledad aprieta tanto podemos hablar, podemos hablar solos. ahí hay algo.
lo segundo que nos queda es el pasado. pero no el pasado inmediato sino el pasado remoto. en algún momento del pasado estuvimos solos y aunque nunca podamos volver a ese punto de origen, eso es algo. en ese pasado vivíamos, sonreíamos, soñábamos.
no se trata de negar el presente o quizás sí. queremos negarlo porque angustia. y la angustia nos acovacha.
hay un tercer salvavidas, la fuerza que alguna vez tuvimos. porque si alguna vez fuimos fuertes, por más achaques, por más cansancio, por más frustración, eso estuvo. Fuimos alguien.

sábado, 30 de mayo de 2009

el burócrata

Ojalá todos podamos deshacernos de nuestro burócrata. Porque creo que, además de un enano fascista, una cuenta también con un burócrata. Uno cercano, que acecha, que imita gestos, que ocupa espacios y silencios.
La vida seguramente sería más feliz sin los burócratas, sin aquellos que hacen de la banalidad su gracia. Porque aunque una rápidamente confunda a un burócrata con un autómata, lo jodido es que también tienen margen para ser impredecibles. Porque el burócrata se asienta en una falsa seguridad, porque un cambio de mando, un gritito fuerte lo sacude y el burócrata se queda sin dirección. Como un auto loco de dibujito que va a la deriva. Y en esa deriva nosotros somos el animalito que no logra terminar de cruzar la calle cuando el burócrata loco se lo lleva puesto.
El burócrata puede cambiarnos el rumbo diez veces por día, es capaz de maldecir al amigo que acaba de salvarlo, es tan capaz de corregir cincuenta veces una coma que antes modificó. Y lo peor, porque lo peor es que sus transformaciones son tan bruscas que, una queda perpleja, en el mismísimo desierto de la perplejidad.
Porque no sabés si es tan idiota que tenés que tenerle cierta pena. Porque no sabés si es tan hijo de puta que de una vez por todas tenés que mandarlo a hacerse una lobotomía sin anestesia. O mandarlo a cagar. O cagarlo.
Estoy harta de burócratas, de sus pasos inseguros, de su espíritu de dementor. Alguna vez hay que dejarlos sin otra opción que mirarnos por una vez a los ojos.

martes, 26 de mayo de 2009

José Bravucón

Bravucón, ese podía haber sido el apellido del taximetrero que me pasó a buscar por casa. Fui prolija: pedí un radio taxi para no lidiar con la humedad de la lluvia otoñal. La espera fue aceptable, entre cinco y quince minutos. Como el portero suele jugarme malas pasadas, alrededor de los diez minutos bajé. José Bravucón me esperaba en la puerta. Puerta que abrí, llovía.
José Bravucón me increpó preguntándome el piso de mi departamento. Ante mi ligera sorpresa, respondí afirmativamente al interrogatorio.José Bravucón no hizo ni mueca.
Hizo cuadra y media. Le molestó la conversación del asiento trasero, apagó la radio de un sólo movimiento. Con frialdad pero también con eficiencia.
Avanzamos, hice una primera parada antes del volver al origen. Creo que a José Bravucón le molestó la simpleza del viaje. En fin, yo y mi simpatía no se dieron por aludidas.
Hasta que llegamos al hogar, seguía lloviendo, José me cobró lo que quiso, le retruqué porque en segundo grado aprendí a hacer cuentas de dos cifras, Bravucón me espetó que el radiotaxi era más caro, que debería saberlo. Acaso uno debe saber esas cosas, uno debe saber cuántos días hay de plazo para presentar una queja a un ente regulador, uno debería saber cuáles son las mañanas en las que el jefe viene de humor, cuál es la distancia que cubre el boleto mínimo de 1,10 y cuál el de 1,20 y cuál el de 1,25.
Podía haberle hecho giratoria la puerta lateral, es más podría haberle recordado que con esa cara y esos finos y grasientos pelos cayendo por el costado, yo también podría haberme cambiado el nombre a Josébravucón, pero me bajé y le dije suavemente:le agradezco la amabilidad con la que me trató a lo largo de todo el viaje.

lunes, 25 de mayo de 2009

los nombres

Uno cree que el nombre viene puesto, que alguien lo eligió. Una siempre cree que la eligen a una. Y algo de verdad hay en eso. Sin embargo, lo dificil es cuando se elige, cuando se nombra. Mar y libertad son dos tatuajes. Son mis tatuajes gesellinos.
Qué quise decir con mi cuerpo? tal vez eso que una no pueda ir relatando porque aburre, porque no está demasiado claro.
Marylibertad también fue alguien que se fue hace un tiempo, a un lugar del que no sé demasiado. Y me quedé con su nombre, porque quizás los nombres tienen el poder de evocar lo que ya no está en este mundo pero sigue perfumándonos.
Marylibertad siempre va a estar tan cerca como la ola que se va lentamente y vuelve con espuma y caracoles.