Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



sábado, 30 de mayo de 2009

el burócrata

Ojalá todos podamos deshacernos de nuestro burócrata. Porque creo que, además de un enano fascista, una cuenta también con un burócrata. Uno cercano, que acecha, que imita gestos, que ocupa espacios y silencios.
La vida seguramente sería más feliz sin los burócratas, sin aquellos que hacen de la banalidad su gracia. Porque aunque una rápidamente confunda a un burócrata con un autómata, lo jodido es que también tienen margen para ser impredecibles. Porque el burócrata se asienta en una falsa seguridad, porque un cambio de mando, un gritito fuerte lo sacude y el burócrata se queda sin dirección. Como un auto loco de dibujito que va a la deriva. Y en esa deriva nosotros somos el animalito que no logra terminar de cruzar la calle cuando el burócrata loco se lo lleva puesto.
El burócrata puede cambiarnos el rumbo diez veces por día, es capaz de maldecir al amigo que acaba de salvarlo, es tan capaz de corregir cincuenta veces una coma que antes modificó. Y lo peor, porque lo peor es que sus transformaciones son tan bruscas que, una queda perpleja, en el mismísimo desierto de la perplejidad.
Porque no sabés si es tan idiota que tenés que tenerle cierta pena. Porque no sabés si es tan hijo de puta que de una vez por todas tenés que mandarlo a hacerse una lobotomía sin anestesia. O mandarlo a cagar. O cagarlo.
Estoy harta de burócratas, de sus pasos inseguros, de su espíritu de dementor. Alguna vez hay que dejarlos sin otra opción que mirarnos por una vez a los ojos.

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