Marcita Libertad es una bruja. La vas a querer, adorar y como todos los que queremos y adoramos a las brujas, también mientras la leas vas a querer usar un hechizo contra ella. Un que te re contra. Welcome to the jungle entonces.



martes, 26 de mayo de 2009

José Bravucón

Bravucón, ese podía haber sido el apellido del taximetrero que me pasó a buscar por casa. Fui prolija: pedí un radio taxi para no lidiar con la humedad de la lluvia otoñal. La espera fue aceptable, entre cinco y quince minutos. Como el portero suele jugarme malas pasadas, alrededor de los diez minutos bajé. José Bravucón me esperaba en la puerta. Puerta que abrí, llovía.
José Bravucón me increpó preguntándome el piso de mi departamento. Ante mi ligera sorpresa, respondí afirmativamente al interrogatorio.José Bravucón no hizo ni mueca.
Hizo cuadra y media. Le molestó la conversación del asiento trasero, apagó la radio de un sólo movimiento. Con frialdad pero también con eficiencia.
Avanzamos, hice una primera parada antes del volver al origen. Creo que a José Bravucón le molestó la simpleza del viaje. En fin, yo y mi simpatía no se dieron por aludidas.
Hasta que llegamos al hogar, seguía lloviendo, José me cobró lo que quiso, le retruqué porque en segundo grado aprendí a hacer cuentas de dos cifras, Bravucón me espetó que el radiotaxi era más caro, que debería saberlo. Acaso uno debe saber esas cosas, uno debe saber cuántos días hay de plazo para presentar una queja a un ente regulador, uno debería saber cuáles son las mañanas en las que el jefe viene de humor, cuál es la distancia que cubre el boleto mínimo de 1,10 y cuál el de 1,20 y cuál el de 1,25.
Podía haberle hecho giratoria la puerta lateral, es más podría haberle recordado que con esa cara y esos finos y grasientos pelos cayendo por el costado, yo también podría haberme cambiado el nombre a Josébravucón, pero me bajé y le dije suavemente:le agradezco la amabilidad con la que me trató a lo largo de todo el viaje.

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